“Si entra gol no salten, los perros, por favor, no salten” La súplica venía de unos de los organizadores de la hinchada. Éramos muchos, demasiados, sentados sobre el techo de lo que se conocía como Teletón, hacia el arco sur del Defensores del Chaco esperando el inicio del último partido del Preolímpico que se jugó en Asunción en 1992, Paraguay vs. Uruguay.
Un triunfo o un empate convertía a la selección sub 23 de Paraguay en campeona de un torneo de esa categoría, y de esa manera, se aseguraba el boleto para los juegos de Barcelona 92. Ambos logros por primera vez en su historia futbolística. Por eso, como suele ocurrir no siempre, el Defensores estaba mucho más colmado de lo que su capacidad real daba. Finalmente, el partido terminó 0-0 y no se cayó ni una estructura. Aunque sí temblaba cuando algunos se levantaban en cada avance del equipo paraguayo. Hubo sí, mucha alegría y fiesta en los cuatro costados del estadio, ese calor húmedo del 16 de febrero de 1992.
Con el reciente doble logro de Paraguay, mucho se habló de la conquista de Atenas 2004 donde la sub 23, reforzado con algunos jugadores más veteranos, llegó a la medalla de plata. Como de paso se habló de la obtención del Preolímpico del 92 jugado en Asunción, el cual merece que sea más recordado.
La afición y las selecciones paraguayas, en general, aún arrastraban el dolor de la eliminación para el Mundial de Italia 90. Con un solo empate en Colombia, se clasificaba. Pero una derrota ahí y otra allá en Ecuador dejaron un py’aro infnito. Las selecciones menores tampoco tenían mucho que hacer y la participación en la Copa América de Chile 91 de la mayor fue desastrosa.
Así, con pocas esperanzas iniciaba su operativo Barcelona 92, la selección sub 23 al mando de Sergio Markarián. Sin embargo, con el paso de los partidos el grupo de jugadores empezaron a ganarse la confianza. En la fase de grupos sufrió un escandaloso robo arbitral en el partido contra Brasil. Los jugadores brasileños hicieron lo que quisieron, entre eso provocar a la afición. Ello derivó en incidentes y un tiempo después en la suspensión del estadio, que era el único que podía albergar partidos internacionales con más de 40.000 personas.
Paraguay llegó a la última fecha de ese Preolímpico enfrentando a Colombia. A segunda hora debían de jugar Brasil y Venezuela. Paraguay, con diluvio de por medio, no pudo vencer a los cafeteros. El estadio, que estaba lleno para el partido, quedó semivacío para el segundo juego. Nadie pensaba que Venezuela siquiera le oponga resistencia a Brasil.
Sin embargo, ocurrió el milagro. La Verdeamarelha apenas empató con la Vinotinto. “¡Alabaré, alabaré, alabareee a Venezuelaaaa” Cantaban los pocos hinchas paraguayos que se quedaron a ver el partido del milagro venezolano. Empapados, con frío, pero inmensamente alegres esperaron a los jugadores venezolanos a la salida del estadio. Les agradecieron con abrazos, vitores y regalándole sus relojes y lo que tenían a mano.
Fue el Preolímpico del 92 cuando la selección sub 23 de Paraguay se impuso con carácter y fútbol preciso contra las demás selecciones. Fue el torneo en el que el Cole, el aficionado colombiano, se paseaba por el centro siendo un curioso atractivo para una sociedad que apenas volvía a descubrir el mundo luego de una dictadura. Fue el torneo donde Última Hora tituló: “Uruguay dejó sin melenas el Preolímpico”, con una foto del jugador argentino Carranza llorando sobre el césped del Defensores del Chaco.
Ese titular y esa imagen resumían la victoria de 2-1 de Uruguay ante la Argentina, eliminada de la posibilidad de ir a Barcelona, quedándose con las ganas y un plantel de jugadores pelilargos que eran silbados al entrar al estadio paraguayo.
Pero por encima de todo, queda una frase icónica de aquel plantel: “Esta selección tiene un león en el corazón”, palabras que resumían el espíritu y la determinación del plantel dirigido por el extinto Sergio Markarían.
La torpeza dirigencial de aquel entonces (¿solo esa vez?) no le quitó provecho al logro de ese plantel ni a su potencial. Para las eliminatorias de EEUU 94 volvieron a recurrir a los mismos anquilosados de siempre y el fracaso estuvo reflejado en otra eliminación dolorosa.
La pelota siguió rodando y el pitazo del tiempo puso las cosas en su lugar. Los del 92 cimentaron la clasificación para Francia 98, fortaleció las selecciones menores que vinieron después y permitieron clasificar para los mundiales del 2006 y 2010. Luego, como todos ya sabemos, volvimos al limbo deportivo en los últimos tres mundiales.
El logro obtenido hace 10 días volvió a encender la pasión del aficionado paraguayo. Despierta también la ilusión de lo que pueda ocurrir en París 2024 (¡Qué bien te veo, Atenas 2004! Un poco más alto, por favor), vuelve a dibujar una sonrisa en la maltratada afición albirroja. Porque como parece ser y, tal como se ve, esta nueva selección de talentos jóvenes tiene un ave fénix en el corazón.