15 nov. 2025

Una fiesta inédita en el Noreste

2 de Mayo y General Caballero de JLM: Uno de los dos será el campeón inédito del interior del país.

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La Copa de Todos tendrá un campeón inédito.

Resulta absolutamente abrumador el dominio de los clubes asuncenos en la historia del fútbol paraguayo de Primera División. Ninguno más allá de la Gran Asunción ganó un campeonato de Liga hasta hoy. Solo Sportivo Luqueño, dos veces campeón, y 12 de Octubre de Itauguá, una vez subcampeón, gozaron de las mieles de la élite más allá de Calle Última, no más de 30 kilómetros alejados de la capital. Sol de América, que llevó su cancha de Barrio Obrero a Villa Elisa el año en que ganó uno de sus dos títulos, fue siempre un equipo más asunceno que eliseño, con su sede social sobre Avenida Quinta. No puede ser considerado obviamente un equipo del interior, sino de la “comarca asuncena”, según la definición geográfica y social que se tenía durante la colonia española de los alrededores de la capital del Paraguay.

Asuncenismo. El asuncenismo futbolístico es tal que incluso el círculo privilegiado de los consagrados se reduce a clubes de barrios céntricos o cercanos y muy tradicionales. Cerro Porteño, Nacional y Guaraní son, junto al citado Sol de América, ejemplos de este último tipo; mientras que Presidente Hayes y Cerro Corá son, entre los diez campeones capitalinos de Liga o Copa, los únicos clubes asuncenos periféricos que ganaron al menos un torneo, ubicados en los límites con otra ciudad: Tacumbú y Campo Grande, respectivamente, aunque la voracidad del poder político y económico dejó sin estadio al club que estaba sobre avenida Madame Lynch, relacionado con los militares de la Caballería cercana. Atlético Colegiales, campeón del Torneo República al igual que Cerro Corá, está ubicado en Lambaré, en el sitio exacto donde convergen cuatro ciudades. Sportivo Ameliano fue, en 2022, el décimo y último equipo capitalino en ser campeón de Primera División, un club de la misma zona de los más pudientes Olimpia y Libertad.

Este año, de manera inédita, Paraguay tendrá luego de casi 120 años su primer campeón proveniente del interior del país, a cientos de kilómetros de Asunción: 2 de Mayo de Pedro Juan Caballero o General Caballero de Juan León Mallorquín. El próximo domingo 16 de noviembre definirán en el Estadio Río Parapití del primero —a unos cuarenta kilómetros de donde murió lanceado el Mariscal Francisco Solano López a orillas del río Aquidabán, dos años después de haber abandonado Asunción— al campeón de la Copa Paraguay. Son también los primeros dos clubes que jugarán entre sí una final proviniendo de una geografía y una cultura social muy distintas a las de la populosa región central, urbanizada desde hace décadas. En sus casos, y para nada casualmente, se trata de clubes de la región Noreste limítrofe con el Brasil. Son el último eslabón, el primero realmente exitoso en términos deportivos, de una accidentada (y casi siempre fracasada) historia de descentralización del fútbol paraguayo.

Un poco de historia. Se podría argumentar que esta historia comienza con la fundación del primer club del interior, en el mismo año de la fundación de la Asociación Paraguaya de Fútbol y de su Liga de Primera División: el 18 de mayo de 1906 El Porvenir de Ypacaraí fue fundado por el ciudadano francés Julio Richer (un antepasado del ex senador de la nación, Hugo Richer). Entonces Ypacaraí se llamaba Tacuaral, famosa por su estación del tren: una ciudad profundamente futbolera.

Diez años después, en Villarrica, se fundó la primera asociación deportiva del interior: la Liga Guaireña de Fútbol. Conocidos apellidos relacionados con las llamadas profesiones liberales, la cultura, la diplomacia y la política, a lo largo de la historia del Paraguay, fueron sus primeros presidente y vicepresidente: Francisco Ruffinelli y Leonardo Appleyard. Uno de los dos equipos fundadores fue el Pettirossi, surgido el 21 de junio de 1915 en el barrio Ybaroty en honor al aviador Silvio Pettirossi, todavía vivo entonces. Curiosamente, moriría en octubre del año siguiente en un accidente. Un mes después brotó otro Pettirossi en Encarnación. Los amantes del fútbol en el interior también amaban al aviador y sus acrobacias. El club del barrio Republicano de Asunción que lleva su nombre fue fundado en 1926.

A propósito, el himno del club Pettirossi de Villarrica fue escrito por un poeta guaireño fanático del fútbol: Manuel Ortiz Guerrero. Dice el coro: “Por el club vencedor en la lid, tres: ¡rás, rás, rás!”. No fue solo el del Pettirossi el único himno de un club de fútbol que escribió Manú, pues también le puso letra a los del Rubio Ñu FBC, del Humaitá FC y del Club Luis Alberto de Herrera. Como el Guairá tiene su propia tradición literaria, no faltan las historias relacionadas con el fútbol en esta tradición. Con respecto a algunas deliciosas anécdotas deportivas de Villarrica y el Guairá en general, recomiendo el libro del escritor y periodista villarriqueño Caio Scavone, publicado hace una década: Cuentos Guaireños (Las peras del olmo). Dueño de una prosa humorística y satírica, no los va a defraudar para nada en la risa.

Entre 1927 y 1937 se jugaron los primeros dos campeonatos nacionales de fútbol, organizados hasta los años 50 por una versión antigua de la Unión del Fútbol del Interior. Es lo que después de 1959 se conoce como Campeonato Nacional Interligas de selecciones distritales. Precisamente, Villarrica fue sensación en este segundo torneo, eliminando a Encarnación y Concepción, pero siendo desplazado en semifinales por el que sería el campeón campesino de aquel 1937: Paraguarí. Venció a los más cercanos a la capital de San Lorenzo. Uno de los paraguarienses —como muchos después— haría historia en un equipo de la capital, en el Cerro Porteño de los años 40 y 50: el mediocampista Julián Torito Benegas. El jurista y diplomático Alejandro Encina Marín, deportista y presidente durante un año del Club Nacional, poco antes de morir en 2017 echó mano de su extraordinaria memoria futbolera y, entre otros, ubicó en un artículo periodístico a “Torito” como uno de sus mediocampistas preferidos en la historia del fútbol paraguayo.

Hay un dato histórico que habla de la importancia de aquel partido final entre clubes no asuncenos, disputado en la Asunción en los días del coronel Rafael Franco. Cuenta Miguel Ángel Bestard en Paraguay: Un siglo de fútbol: “Quizá el detalle más interesante de anotar sobre esta competencia constituye el hecho de que el último partido, jugado en cancha de Olimpia, fue el primer partido transmitido por radiotelefonía. El relator fue Pedrito García”.

Otro aspecto en el que el fútbol del interior aportó al nacional es en la Selección Paraguaya. Por poner un ejemplo poco recordado, en 1950, año del Mundial de Brasil donde la Albirroja participaría, dos jugadores directamente venidos de combinados del interior, el iteño Leongino Unzaín y el encarnaceno Agustín Álvarez, fueron figuras excluyentes en la victoria sobre Uruguay en la inventada sobre la marcha Copa Trompowski, organizada en São Paulo en el mes de abril como previa a la cita mundialista. Fue un triunfo sobre la futura campeona del mundo, Maracanazo mediante.

Intermitente. Recién al final de aquella década se fundó la Unión del Fútbol del Interior, en 1959. Recién en 1976 se organizó el Torneo República, el primero en mezclar a clubes del interior con clubes de Primera División, en general asuncenos. Tuvo solo siete ediciones hasta 1995, y ya se dijo que Colegiales fue el único campeón no asunceno, pero a metros de Asunción. En 2018, se dio inicio a la Copa Paraguay. Hasta ahora, las finales habían sido disputadas por equipos asuncenos. Pero solo hasta este domingo en que las ciudades de Pedro Juan Caballero y Juan León Mallorquín (que antes tenía el más bello nombre de Ka’arendy, como el estadio del finalista esteño) se mantendrán en suspenso durante más de 90 minutos, para decidir recién después conocer qué equipo se convertirá en el primero del interior en ser campeón de un torneo de Primera División: el 2 de Mayo, de Felipe El Gato Giménez, Ángel Martínez y Pedro Sosa; o el General Caballero, de Humberto El Loro Ovelar, Teodoro Arce y Clementino González.

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