Todos los preconceptos que desde chicos adquirimos sobre el policía como persona que debe protegerte se van al tacho y empezamos a sentirnos inseguros al salir de nuestras casas.
Lo sucedido en los festejos de la hinchada de Olimpia sobre Mariscal López la madrugada del lunes es el claro ejemplo de una persona inadaptada, encastrada en una fuerza de seguridad que, más que brindar eso, siembra terror y destruye confianzas.
Una fiesta que se llevaba con total tranquilidad, donde el pueblo franjeado se había tomado las calles sin molestar a nadie; niños jugando con una botella de plástico al fútbol, en arcos improvisados sobre una de las principales arterias del país, bajando el sueño de ser como uno de sus ídolos futbolísticos que hace pocas horas habían levantado la copa y pasado en un bus descapotable con ella.
Pero toda esa “seguridad” que transmitía el vallado perimetral hecho por la policía, se rompió con el sonido de los balines de goma a las 00:30 para dispersar a los hinchas, una muralla de cascos azules con escudos dispersando a la gente y un inadaptado vestido de policía golpeando sin mediar palabras a un hincha en la vereda.
Con el grito de “andate a tu casa” (en guaraní) por parte de tres policías que eran los líderes de “traer la calma” que al final fue traer violencia.