Por Victor Hugo Bogarin
@diariokue
A 129 años de su nacimiento, su nombre sigue vigente como símbolo de entrega, pasión y sacrificio por la camiseta franjeada.
Sirvent formó parte de una generación pionera del fútbol paraguayo, en tiempos en los que no existía la profesionalización ni las comodidades de hoy. Los jugadores se presentaban directamente el día del partido, impulsados por el amor al club y el orgullo de representar sus colores. En ese contexto, Axel se destacó no por goles ni medallas, sino por su actitud ejemplar dentro y fuera de la cancha.
Su carrera terminó de forma trágica: una lesión sufrida durante un partido le costó la vida. Pero su legado trascendió la muerte. Con el paso del tiempo, su historia se convirtió en símbolo de fidelidad y compromiso absoluto. Para muchos olimpistas, Axel Sirvent encarna el espíritu más puro del club: el del jugador que lo da todo, hasta el final.
Hoy, su memoria es reivindicada como la de un soldado eterno del Decano. Un hombre que, sin buscarlo, se ganó un lugar inmortal en la identidad del Olimpia.