No hay duda de quién es el líder de la selección argentina, ni dentro ni fuera del terreno, Lionel Messi, cuyo nombre lucía en cada paso, en cada pancarta, en cada aficionado; una figura global que traspasa las fronteras, los colores y los equipos, que, a 13.300 kilómetros de su país, también acaparó el foco en el estadio de Lusail, hoy insuficiente para esquivar el fracaso de su equipo en el Mundial de Qatar, que tiró una racha de tres años y cuatro meses, de 36 encuentros invencible, en cinco minutos, en una zozobra general.
Eran tres años y cuatro meses sin una sola derrota de Argentina, desde julio de 2019, desde la semifinales de la Copa América 2019 ante Brasil, en un recorrido que lo proponía como una de las favoritas más firmes al título en Qatar 2022: 25 victorias y 11 empates. Había ganado ocho de sus últimos nueve encuentros, los cinco más recientes sin un solo gol en contra, con 19 a favor, tres de ellos precisamente a Italia en la ‘Finalissima’ del 1 de junio, hasta que, de repente, cinco minutos y dos goles lo cambiaron todo para Argentina.
No ha alcanzado a equilibrar los 37 duelos invicto que logró la ‘Azzurra’ entre 2018 y 2021, ha desprendido unas dudas desconocidas, entre el gesto de incredulidad en el banquillo de su propio técnico, Lionel Scaloni, en un batacazo cuyas consecuencias dependerán de los próximos dos choques, de si es capaz de ganar o no a México y Polonia, mucho más fuertes sobre el papel que Arabia Saudí, que agrandó su historia contra una de las ‘grandes’.
Argentina no perdía su primer partido en una Copa del Mundo desde 1990, cuando cayó ante Camerún. Había ganado seis de los últimos siete estrenos en el torneo, que despertaba las expectativas más altas de los últimos tiempos en el grupo dirigido por Lionel Scaloni hasta que el 1-2 en contra reencontró a Argentina con una realidad durísima, incluso después de tomar ventaja en un penal más que discutido, que no habría sido tal jamás, salvo en los tiempos del VAR, que también anuló dos tantos por fuera de juego a Argentina.
Un agarrón de los que suceden constantemente en un córner fue una pena máxima inesperada para todos, incluso, quizá, hasta para Leandro Paredes, el hombre derribado en un saque de esquina por Saud Abdulhamid. Lo lanzó sutil, con su izquierda, Messi para sumar su gol número 92 en sus 166 partidos con Argentina, desde su debut hace 17 años; toda una vida que incluye cinco Mundiales. Otro récord, el enésimo. Y aún aguardan más.
Porque, más allá de la derrota, también redondeó hasta 20 sus encuentros en la Copa del Mundo, al nivel ya de Javier Mascherano en la segunda posición de la clasificación histórica, en la que sólo lo supera ya Diego Armando Maradona, con 21, con el recuerdo también a su impresionante fútbol, a la calidad única de un futbolista grandioso, cuando Argentina saltó al terreno del estadio de Lusail.
“En una villa nació, fue deseo de Dios; crecer y sobrevivir, a la humilde expresión, enfrentar la adversidad, con afán de ganarse a cada paso la vida...”, sonó ‘La Mano de Dios’ del ‘Potro’ Rodrigo a todo volumen por la megafonía del imponente estadio de Lusail, al norte de Doha, con capacidad para 88.000 espectadores (no se llenó) y teñido de los colores de la ‘albiceleste’, cuya presencia era mayoritaria en la grada, más que ninguna otra afición que se ha hecho patente en los partidos disputados hasta ahora en este Mundial.
Maradona representa la última vez que conquistó el mundo, en el Mundial de México 1986, Argentina, tan lejos hoy de tal éxito en el microclima interior del estadio Lusail -en una temperatura perfecta para la práctica del fútbol, nada que ver con el calor del mediodía en las afueras del campo-, tan ajeno a su nivel, tan desprovisto de su condición de favorito, tan en duda a las primeras de cambio, en el inicio de una aventura que exige mucho mejor nivel. EFE