05 dic. 2024

Las metáforas de Alfaro

El país se encuentra rendido ante la lógica inapelable de Alfaro, que mixtura teoría y praxis: Discurso y realidad.

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Gustavo Alfaro habla en conferencia de prensa.

Foto: DANIEL DUARTE/AFP

Paraguay no suele ser un país que se detenga a escuchar a alguien culto que “habla demasiado”. Nos cuesta encontrar otra cosa que no sea palabrería en el discurso intelectual, racional. Es una herencia histórica y cultural muy fuerte. Somos un país seducido, a lo sumo, por arengas apasionadas de sacerdotes y militares, es decir, religiosas y bélicas.

Por esto, el hecho de que desde hace tres meses todo un país futbolero se detenga, tras cada partido de la Selección, para escuchar las conferencias de prensa de su entrenador, Gustavo Alfaro, resulta no solo llamativo, sino francamente desconcertante.

Pues, para mayor “culpa”, es argentino; es decir, el epítome de la charlatanería para la concepción popular de un país fácilmente propenso a la xenofobia contra los curepís, desde nuestro fatídico siglo XIX.

Pero con Alfaro, definitivamente, sucede todo lo contrario. “Camus decía que la vida es la suma de todas las decisiones”, citó al filósofo y novelista francés en su nota de despedida de la selección de Costa Rica, para justificar su decisión de conducir a Paraguay.

Así comenzó su reciente historia con la Selección: con existencialismo puro. Días después, en su primera comparecencia ante los medios, habló durante más de una hora de su proyecto, y los comentarios desconfiados de la afición (y al menos parte del periodismo) sobre su locuacidad rioplatense (“venta de humo”, decían) no se hicieron esperar.

Sin embargo, vinieron los empates en feudos complejos, como Montevideo y Quito, las tres victorias multitudinarias en Asunción frente a selecciones a las que hacía mucho tiempo no se les ganaba, incluida la campeona del mundo, y el país se encuentra rendido ante la lógica inapelable de Alfaro, que mixtura teoría y praxis: Discurso y realidad. Porque Alfaro nunca esconde nada, explica siempre detalladamente cómo jugará su equipo y después, cómo consiguió el resultado.

Su discurso se apoya en metáforas simples, pero llenas de fértiles connotaciones. Quizá la mejor de ellas sea la que se basa en la construcción de una casa. Fértil porque, sobre todo luego de la victoria sobre Messi y los suyos, la misma tiene relación directa con el oficio estereotípico del inmigrante paraguayo en Buenos Aires: La albañilería.

Antes del partido, aseguró del rival: “Argentina es la humedad. La humedad por algún lugar se filtra. Si vos tenés una pared rajada, la humedad te aflora. Y Argentina es la humedad”. La pared guaraní, efectivamente, se rajó en el gol albiceleste. Después de la victoria continuó, en la dialéctica de la enseñanza y el aprendizaje: “(Mis jugadores) me enseñan que, si antes no existían los pisos, ahora no existen los techos para seguir creciendo”.

La metáfora de la casa es también la metáfora de la familia que la habita, por lo que Alfaro siempre se referirá a sus futbolistas como “mis chicos”: Como un padre. El jueves aseguró que los tres meses de intervalo antes del próximo combo, y después del partido de mañana ante Bolivia, serán de profundo extrañamiento porque no convivirá con los jugadores.

No resulta extraño entonces que diga que Paraguay no tiene la “expectativa”, sino el “compromiso” de ir a la Copa del Mundo, como una familia que siente la tremenda necesidad de retribuir el súbito apoyo recibido por la entera comunidad.

Resta saber cómo reaccionará Alfaro el día que sobrevenga la derrota. Es allí donde todo su existencialismo será crucial. Para explicarla a sus jugadores y a los hinchas.

En conversación con la prensa el sábado, donde alertó sobre la peligrosidad de “emborracharse” de triunfos, dejó claro qué sería la derrota para él y los suyos: “Mirarse a los ojos sin reproche”.

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