Fueron callados por las fiestas de fin de año. Quedan flotando lecciones en ámbitos políticos y culturales para el país organizador y para el campeón, Argentina. Conclusiones para la FIFA, también políticas y deportivas. Sabe ahora esta federación multinacional que tendrá que ser muy puntillosa y transparente en la adjudicación de futuras sedes. Que el deporte que maneja es por lejos el de preferencia mundial.
La vibrante final de alta calidad futbolística es fortuna de todos los que aman esta especialidad deportiva y rey de los deportes populares.
Con relación a lo estrictamente deportivo, se abrió con la desaparición de Pelé la polémica sobre el mejor jugador del mundo de todas las épocas. Discusión futbolística fútil, quizás inapropiada, pues cada generación es hija de sus circunstancias irrepetibles. Respecto a la calidad humana de estos semidioses tocados en talento innato, el genio brasileño Pelé expresó: “Me pregunto a veces por qué Dios me dio esta virtud”.
Quien piense que todo mérito reside en la persona, podría errar. Los genios en cualquier campo, aparecen de genes ignotos y espontáneamente; ponen ellos el empeño y forma de desarrollar ese potencial que los lleva a planos excelsos y jerarquía. Así también, muchos quedan en su solo potencial mal trabajado.
Decíamos en otra ocasión, la distinción pertinente entre la persona y el atleta. No es justo admirar al jugador y por otra parte condenar a la persona. Grandes luminarias (Beethoven, Pascal, Einstein) lograron tesoros para la humanidad y no por ello fueron denigrados por su carácter o calidad de persona. La educación y don de gente obedecen a su historia de vida. A quienes sufrieron carencias variadas en su niñez y formación no es dado juzgarlos con dureza.
El arquero argentino con sus desmanes en la ceremonia de cierre deshonra su persona. Sin embargo, solo con su actuación en la cancha corresponde admirarlo o aplazarlo. Por fortuna, los grandes genios (Pelé, Messi, Gruyff) lucen virtudes humanas que engrandecen su persona y el espíritu deportivo que encarnan. Quizás la FIFA, en el respeto a los niños del mundo, debería penalizar a quienes violan códigos éticos que vejan al mismo deporte que practican y del cual rentan.
¿Y nuestro país en este contexto? ¿Podríamos sacar lecciones de esta fiesta deportiva mundial? Propondría una convocatoria a la sociedad deportiva (dirigentes, atletas, técnicos, periodistas, Secretaría de Deportes) para apoyar un plan para estar en el próximo mundial. Las chances aumentaron con las plazas aumentadas para la Conmebol. ¡Trabajemos juntos!