El PSG de Mauricio Pochettino comanda la Liga con dos triunfos en otros tantas jornadas, pero los dos sin tanta diferencia como se prevé, entre la exigencia de ser el líder con constancia, de ganarlo casi todo y de recuperar el trono del campeonato francés que perdió la pasada temporada ante el Lille. Con Messi, todo será más fácil.
Lo sabe su afición, que vivió un día especial en la casa del PSG, por la presentación apoteósica de Messi y sus refuerzos (Sergio Ramos, Gianluigi Donnarumma, Achraf Hakimi y Georginio Wijnaldum, con los dos últimos después también con protagonismo en el partido) y que intuyó una victoria más cómoda de lo que fue finalmente.
Un gol tan pronto, en el minuto 3, más aún en su territorio, suele ser una garantía para el PSG. Contra las dudas, es la mejor respuesta. A la vista de Messi, espectador ahora, estrella en cuanto debute con su nuevo equipo, Mauro Icardi abrió a toda velocidad el marcador, que antes de la media hora lucía un rotundo 3-0.
Mbappe ya había escuchado pitos de los ultras -cuando su nombre sonó por la megafonía cinco minutos antes del encuentro-, entre la incertidumbre que sobrevuela su futuro en las últimas fechas, antes de reivindicarse con la mejor de todas las expresiones en el fútbol: el gol. En el minuto 25, provocó el 2-0 para agrandar la diferencia.
Julian Draxler, participante en ese tanto, anotó el 3-0 apenas dos minutos después para acomodar la goleada con todavía una hora de partido, un mundo para cualquier rival cuando enfrente está un rival como el París Saint Germain, con jugadores de tal talla mundial, aunque fue todo lo contrario de lo que se esperaba entonces.
El Estrasburgo aguantó el 3-0 al término del primer tiempo. Y, de pronto, anunció competencia. El 3-1 de Kevin Gameiro, en su nueva aventura en la Liga francesa, en el minuto 52, advirtió al conjunto de Mauricio Pochettino; el 3-2 de Ludovic Ajorque lo alertó de una forma que no percibía, a falta de media hora para la conclusión de un choque que, poco antes, parecía ganado, sólo cuestión de tiempo
Entre otras cosas, se inquietó por sus concesiones defensivas, también por la reacción de su rival, que entonces se vio capaz de algo que normalmente es imposible ante el París Saint Germain cuando logra tres goles de distancia y, además, es en su estadio, y que finalmente lo fue también para el Estrasburgo, sentenciado en inferioridad numérica con el 4-2 de la calma de Pablo Sarabia.