El consumo energético es “el principal problema” al que se enfrenta el fútbol en su transición hacia la sostenibilidad, según explicó este miércoles el profesor de gestión de la italiana Escuela Superior de Sant’Anne de Pisa, Tiberio Daddi en el marco de la jornada inaugural de la Semana Verde de la UE de Bruselas.
El académico, que precisó que “encontrar datos sobre el impacto medioambiental del fútbol es todo un problema”, explicó que un estadio de un equipo de fútbol europeo consume, de media, 8 millones de kilovatios por hora (kWh) de electricidad al año, lo que equivale al gasto de 2.500 familias.
A ello habría que sumar que un estadio necesita anualmente en agua el equivalente a lo que se requiere para producir 50.000 toneladas de papel al año, siendo la industria papelera una de las que más agua precisan para funcionar, a lo que se añaden los 0,8 kilos de basura generados por espectador y partido, para un total de 750.000 toneladas año de desperdicios.
Los clubes y los organizadores de torneos se han dado cuenta de que un espectáculo de masas que interesa al 42,7 % de la población mundial, según datos facilitados por el responsable de internacionalización del Betis, Toni Ortega.
“Sabemos que hay un problema que tenemos que resolver y queremos ser parte de la solución”, dijo Ortega, quien se explayó sobre el proyecto de la nueva ciudad deportiva del “equipo verde” de España, que será una de las más extensas de Europa y quiere, también, ser una de las más sostenibles.
Las 51 hectáreas de superficie que ocupará en el término sevillano de Dos Hermanas (frente a las 33 del Manchester City, las 28 del Ajax, las 22 del Real Madrid o las 16,4 del Barcelona) han primado en su planificación aspectos como la eficiencia energética, el abastecimiento a partir de energía solar, al reutilización de la basura y del agua, la movilidad eléctrica o la ventilación natural.
Se trata de una experiencia novedosa pero no única ni aislada y, más allá de proyectos como el de la Real Sociedad para convertir en abono natural las pipas que los espectadores consuman en el estadio, que suponen un 100.000 toneladas por año en toda la liga de las que 70.000 van al suelo, hay empresas especialmente dedicadas a rebajar el impacto medioambiental del deporte.
Es el caso de la italiana Revet, representada en Bruselas por Emanuele Rappa, quien explicó que fabrican butacas de plástico con entre un 30 y 40 % de materiales reciclados, proyecto que ya está en marcha en el Estadio Pontedera, con capacidad para unos 3.000 espectadores.
Sus problemas pasan, en parte, por elegir adecuadamente los materiales, combinarlos con el diseño deseado y, sobre todo, por obtener un producto competitivo en precio ya que las “sillas verdes” todavía son “un poquito” más caras que las butacas tradicionales, pero confían en eliminar esa brecha comercial pronto.
“Implicar al mundo del deporte en la economía circular es un mensaje importante”, comentó Rappa.
Por su parte, el encargado de responsabilidad social de la UEFA, Patrick Gasser, señaló que en muchos torneos la gestión sostenible forma parte de las condiciones de licitación.
En la Eurocopa de Austria y Suiza de 2008 se ensayó que las entradas de los partidos dieran acceso al transporte público. Y funcionó, de forma que volverá a aplicarse en las doce ciudades que ejercerán de sedes de la edición de 2020 del torneo.
“Falta una por firmar pero creo que les convenceremos”, comentó Gasser, para quien la movilidad y el transporte son los elementos más importantes de la transformación sostenible del deporte porque afectan a las emisiones contaminantes, por tanto, al cambio climático.
“La sociedad en su conjunto tiene que cambiar”, concluyó el representante de la UEFA, preocupado también por la lucha contra la discriminación o el racismo.