22 jul. 2025

Saldanha-Zagallo, 50 años de la transición de los arquitectos del Brasil 1970

Hace justo 50 años, un 19 de marzo de 1970, Mario ‘Lobo’ Zagallo accedió al banquillo de Brasil tras sustituir a Joao Saldanha, el arquitecto de uno de los equipos más espectaculares de la historia del fútbol que tuvo en la figura de su sucesor a un hombre capaz de terminar de moldear al campeón del mundo de México 1970.

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Saldanha-Zagallo, 50 años de la transición de los arquitectos del Brasil 1970.

Foto: Gentileza

El entrenador de Maceió recuperó para Brasil el trono perdido en el Mundial de Inglaterra 1966 con un fútbol asombroso que encumbró a un grupo de jugadores cuya delantera dejó con la boca abierta al planeta: Pelé, Tostao, Rivelino, Jairzinho y Gerson.

Zagallo, ahora con 88 años, supo continuar una obra que inició un técnico polémico que abandono ‘La Canarinha’ a pocos meses del inicio del Mundial de México. Siguió la línea que marcó Saldanha, el hombre que recogió los restos del Mundial de Inglaterra en el que Brasil decepcionó tras caer en la fase de grupos.

Con Pelé inflado a patadas para acabar con su reinado, el combinado sudamericano perdió las dos coronas que tenía en su poder. Después de ganar los Mundiales de Suecia 1958 y de Chile 1962, Saldanha tenía una tarea complicada por delante: levantar a un campeón tendido en la lona.

Joao Havelange, entonces presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, echó mano de Saldanha, creador del mejor Botafogo de la historia. La apuesta, con el paso del tiempo, fue la correcta. Pero, en un principio, fue errática, porque Saldanha consiguió que todo el mundo se pusiera en su contra. Incluido Pelé.

Su caso era complicado. No era un entrenador normal. Su otra profesión, periodista, no ayudaba. Y tampoco su pertenencia al Partido Comunista en los tiempos más duros de una dictadura que inició en 1964 Artur Da Costa con un golpe de Estado y que continuó en 1969 Emilio Médici.

El colapso del país exigía al régimen dar un golpe de efecto propagandístico. El fútbol, como en muchas ocasiones, era perfecto para legitimarse de cara al exterior. Por eso, la Federación Brasileña tuvo todos los recursos posibles a su disposición y Havelange convenció a los dirigentes de que Saldanha era el hombre perfecto para dirigir a Brasil pese a que llevaba 12 años sin entrenar.

Saldanha jamás tuvo problemas para decir lo que pensaba. A finales de 1969, en plena gira europea, contestó a una pregunta sobre la situación política de su país y denunció torturas, desapariciones y la existencia de presos políticos.

Pese a sus declaraciones, siguió en el cargo. Y, curiosamente, pasó sus peores momentos por culpa de los gustos de los gobernantes más que por sus ideas políticas. Después de clasificar a Brasil para el Mundial con un fútbol celestial con seis victorias en seis partidos, Médici intentó introducir en las convocatorias a su jugador favorito: Dario.

Saldanha contestó al emisario del gobierno que le trasladó los deseos del dictador: “Yo no le digo a usted a quién tiene que nombrar en sus ministerios y usted no tiene que decirme a quién tengo que nombrar en mi equipo”. Entonces, Médici fue claro: “el jefe soy yo, que se vaya”.

Así comenzó una campaña mediática de desprestigio a la que se unió hasta Pelé, suplente en algún encuentro. “O Rei” quería jugar partidos para compensar su mala economía, pero Saldanha prefería dar descanso a su estrella en los amistosos anteriores al Mundial. La presión fue en aumento y dos incidentes desencadenaron su salida.

Primero, una derrota en un amistoso ante Argentina (0-2). Y, después, la aparición de Saldanha revolver en mano en el estadio del Flamengo para buscar a Yustricht, director técnico de esa entidad que criticó al seleccionador en un artículo en la revista “O Cruzeiro”. Ambos hechos fueron la excusa perfecta para su destitución.

El testigo lo recogió Mario Zagallo el 19 de marzo de 1970. Más conciliador y menos impulsivo, Zagallo no tuvo problemas en convocar a Dario, a quién simplemente no dio mucha bola. Así se libró de un plumazo de los “consejos” de Médici. Tampoco sentó en el banquillo a Pelé y se sacudió otro de los problemas de la selección.

Y también siguió con la estructura deportiva de su antecesor. Saldanha casi fue el precursor que formó en su once a la delantera que después pasó a la historia. El 21 de agosto de 1969, cuatro coincidieron sobre el campo en un amistoso ante Colombia: Pelé, Gerson, Jairzinho y Tostao fueron titulares. En la segunda parte, Rivelinho sustituyó a Gerson.

Zagallo fue el primero en alinearlos a todos juntos desde el inicio. Tardó. No lo hizo en ninguno de los amistosos previos al Mundial. Pidió a sus jugadores que la solución para ganarlo saliera de ellos. Y en una reunión en una habitación de un hotel pocas fechas para el inicio del torneo, Clodoaldo, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelino, decidieron la táctica.

Gerson interior derecha; Tostao y Jairzinho en la delantera; Rivelino extremo izquierda; y Pelé de ’10'. Zagallo hizo caso a sus jugadores y en su estreno ante la República Checa, Brasil saltó al terreno de juego por primera vez en un once con los cinco al mismo tiempo.

A partir de ahí, la historia es conocida. Brasil desplegó el fútbol más bello visto en un Mundial hasta esa fecha. Ganó a Checoslovaquia, a Inglaterra y a Rumanía en la fase de grupos. Después, a Perú y a Uruguay en cuartos y semifinales, respectivamente. Y, contra Italia, levantó la Copa.

“Quiero de todos vosotros disciplina y orden, voluntad y abnegación. Cuando era jugador fui muy criticado por mi estilo. Fui combatido con vehemencia, pero seguí en el combate, y eso es lo que hoy quiero de cada uno de los integrantes de la selección brasileña. En el fútbol de hoy todos tienen que combatir, todos tienen que luchar, sin distinción de funciones”.

Esas fueron las primeras palabras de Zagallo como seleccionador hace justo 50 años. Arriesgadas para un equipo acostumbrado a jugar un fútbol preciosista, pero ganadoras gracias a su carácter. Con sus cesiones y simpatía, logró que los mejores futbolistas del momento sudaran la camiseta. Sin olvidar la belleza. La que creó Saldanha y continuó Zagallo con los cinco “dieces” inolvidables.

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