En ese olimpo del Flamengo donde Zico era el gran ídolo por ser el artífice de la primera Copa Libertadores en 1981, ahora ‘Gabigol’, a sus 23 años, se consagró a nivel internacional como el gran delantero que siempre había apuntado desde su juventud.
La insignia del Flamengo terminó como el máximo goleador del torneo con nueve tantos y encumbrado a los altares del club más popular de Brasil gracias a encarnar la fe de sus 40 millones de seguidores para ganar un título que parecía perdido para el equipo brasileño.
Fue por ‘Gabigol’ que el desenlace de la primera final a partido único de la historia de la Libertadores tuvo un guión muy similar a la final de la Liga de Campeones de 1999, cuando el Manchester United logró dos goles en los minutos finales frente al Bayern Múnich para vencer también por 2-1.
La historia estaba escrita para que la estrella del club carioca encarnase toda la fe y pasión que la “nación rojinegra”, como se hace llamar la afición del Flamengo por ser la mayor del mundo, le puso a esta final, la primera de los cariocas tras la de 1981.
No puede ser otra cosa sino fe la manera en que llegó el gol del empate, en un momento cuando Flamengo parecía destinado a la derrota, casi a merced de un rival que parecía especular con el momento que anotaría el segundo gol.
Tuvo que ver mucho la fe en la manera en que el uruguayo Giorgian De Arrascaeta recogió un balón perdido en el centro de la cancha y corrió hacia delante con más corazón que cabeza para abrirle el balón a la banda izquierda.
Esa misma fe hizo que Bruno Henrique tomase el pase, avanzase pero dudase si disparar al arco o pasar la pelota al segundo palo. Se decantó por la segunda opción y allí, también con mucha fe, ‘Gabigol’ estiró la pierna para empujar el balón en la red y hacer estallar a una afición que nunca había dejado de animar a su equipo.
No pudo ser otra sino la fe con la que el mismo ‘Gabigol’, pocos minutos después, cuando el partido parecía predestinado para una prórroga de infarto, luchó una pelota al borde del área, se la quedó y lanzó un disparo para un gol que quedará en la historia del Mengão.
Así, casi en un abrir y cerrar de ojos, el Flamengo destronó al vigente campeón, un equipo argentino que parecía invencible en las grandes finales.
El conjunto dirigido por Marcelo ‘el Muñeco’ Gallardo dominó el partido de principio a fin, como hacen los clubes acostumbrados a jugar las finales, pero no contaban con la fe inquebrantable de un rival hambriento de gloria.
Hasta que llegaron los dos goles de ‘Gabigol’, el Flamengo apenas había tenido una ocasión clara de gol en los 90 minutos, en un doble disparo que fue la única ocasión donde el arquero Franco Armani tuvo que esforzarse.
Con ello Flamengo rompió una racha casi inapelable de River y le privó de revalidar el título conseguido el año pasado en Madrid frente al Boca Juniors, su eterno rival.
Se trata de la primera final internacional que pierde River al mando de ‘el Muñeco’ Gallardo, tras haber conquistado en apenas cinco años dos Libertadores, una Sudamericana, tres Recopas y una Copa Suruga Bank, además de dos Copas de Argentina y una Supercopa nacional.
La manera de perder esta final para River y el nombre de ‘Gabigol’ también quedarán grabados para los aficionados del club bonaerense más allá de la histórica final del año pasado, que para los ‘millonarios’ era el pico máximo de su orgullo.
Poco importó que a ‘Gabigol’ lo expulsaran en los segundos finales del encuentro, pues antes había visto una tarjeta amarilla por quitarse la camiseta y hacer su clásica celebración con los brazos en alto.
La expulsión fue una anécdota para el nuevo héroe de la “nación rojinegra”, el artífice de la revolución del técnico portugués Jorge Jesus, que en tan solo cuatro meses consiguió devolver al Flamengo a la primera línea internacional, tras años alejado de los títulos continentales.
Con este título Flamengo vuelve a sentirse hegemónico en Brasil y en Sudamérica, gracias a Jorge Jesus, pero también a la fe inquebrantable de los cariocas y, sobre todo, a ‘Gabigol’, flamante nueva estrella del Maracaná. No diga gol, diga ‘Gabigol’.