La presencia de Roque Santa Cruz se percibe en todas partes. Con admiración en el vestuario, con devoción en las gradas y con respeto en el campamento rival. Se trata de una leyenda omnipresente, que jugó un papel decisivo en el campeonato Clausura 2018.
En este semestre, el delantero tomó protagonismo activo dentro y fuera del campo. Esto debido a que las lesiones le dieron un poco de tregua. Se puso en buena forma física y luego respondió con un rendimiento acorde con su calidad.
Pese a imbricar 37 años sobre sus espaldas, Roque brilla con fuerza en el ocaso de su prolífica carrera deportiva y puede decirse a sí mismo que la estrella número 42 del club que lo formó profesionalmente es más suya que las anteriores.
Desde su regreso, siempre fue el buque insignia del Olimpia, pero en esta temporada disfrutó de mayor regularidad y se constituyó en un fijo en el esquema de Daniel Garnero, quien le dio la distinción y créditos mayores desde su asunción como entrenador principal del equipo.
La rentabilidad con la camiseta 24 creció de forma ostensible en el certamen, hizo nueve tantos, más que otros ilustrados como William Mendieta (7) y Néstor Camacho (5), y puso la cara por los atacantes cuando estos estaban en proceso de recuperación.
Con el nivel, Roque reforzó más su condición de caudillo silencioso, porque es uno que se hace notar sin estridencia. Su conducta no se discute en Para Uno. El vestuario le escucha y le sigue al goleador del equipo, al capitán, al líder, al ídolo.