De la ciudad de Hernandarias, la señora Feliciana Cañete de Velázquez encontraba más cerca que de costumbre, la posibilidad de ir a ver a su querido Olimpia, cuando el club Rubio Ñu decidió llevar el partido por la fecha 18 del Apertura hasta Ciudad del Este.
Su hijo, Gustavo, preocupado por la dificultad que implica llevar a una persona en sillas de ruedas a los estadios, procuró, preguntó, e hizo las gestiones correspondientes para intentar cumplirle el sueño a su madre.
Así, mediante el gerente de la institución albiverde, Henry Ruíz, doña Feliciana pudo acceder al sector césped. Más cerca de lo que creía, más próxima de lo que esperaba.
Quizás algún día, las tribunas puedan ser más cómodas para todos. No sabemos, pero de lo que estamos seguros es que desde el borde del rectángulo verde, ni la llovizna que regó el Antonio Aranda pudo obnubilar a la mujer.
Resulta que históricamente, desde que el fútbol se convirtió también en un espectáculo, los coliseos crecieron, para bien o para mal, y los casi principales protagonistas del juego están cada vez más lejos de la gente. Aun así, algunos no cambian demasiado y hasta hoy siguen haciendo realidad muchas cosas.
Pequeños detalles que todavía pueden generar enormes felicidades.