Cuando el Wanda Metropolitano saboreaba el primer triunfo de la ‘era Simeone’ ante el Barcelona en Liga, gracias al fin de la sequía goleadora nueve meses después, con un golazo de Diego Costa, apareció Dembélé para convertirse en el inesperado salvador de un Barcelona que iba encaminado hacia su segunda derrota consecutiva y en el minuto 90 salvó un punto que mantiene el liderato de forma provisional.
Fue en un duelo de altos vuelos pero discreto en calidad. Con un planteamiento de Diego Simeone que tendrá defensores a ultranza, por el estilo que condujo al éxito al Atlético y lo devolvió al lugar que merece entre los más grandes, así como detractores por plantar dos líneas de cuatro en su terreno, dar el balón al Barcelona, achicar espacios y apostar por el contragolpe. Anuló al rival pero también a su equipo que expuso muy poco y encontró oro a balón parado, como en los viejos tiempos, con la casta de Costa.
Pero apareció el indisciplinado Dembélé para convertirse en salvador y demostrar lo volátil que es el fútbol. De la crítica y los consejos públicos de sus compañeros pidiendo mayor profesionalidad, a aparecer al espacio cuando el partido se marchaba sin ocasiones claras, y definir con calidad el empate que mantiene a un Barcelona lejos de su nivel (1-1).