Messi, seis veces Bota de Oro por ser el máximo goleador en Europa, volvió a marcar dos tantos más, y ya asoma como uno de los mayores realizadores del campeonato, en el que a poco que iguale sus actuaciones en temporadas anteriores es más que probable que vuelva a ser el que más goles acabe marcando en LaLiga, como así viene sucediendo en algo que se ha convertido como habitual.
Después de largas semanas ausente por unos problemas musculares, y habiendo entrado poco a poco en el ritmo de competición, el de anoche se entendió como el regreso en mayúsculas del argentino, en un partido donde marcó, asistió y ofreció un repertorio de su mejor manual de jugador excepcional.
El Barça no cuajó un partido soberbio contra el Valladolid a pesar de los goles (5-1), pero en su tercer goleada esta temporada en casa (ya firmó un doble 5-2 contra el Betis y Valencia), el argentino sobresalió como el jugador al que todos estaban esperando, dado que si Messi está bien o muy bien, en el otro lado de la ecuación el equipo también lo está.
Después de un nuevo nefasto partido, el disputado en Praga hace unos días en la Champions, donde sólo se salvó el triunfo (1-2) y la sensación de que quizá al Barcelona ya le fue bien la suspensión del clásico ante el momento de bajo nivel futbolístico, no así de resultados, el Barça necesitaba cerrar un encuentro que transmitiese mejores sensaciones.
Sin haber sido un encuentro para tirar cohetes, sí que el Barcelona-Valladolid acabó siendo el choque en el que Messi reapareció en su mejor versión, en la que suele exhibir todo su repertorio, desde el gol, al pase, el regate y su condición de líder.
Frente a este resurgimiento de Messi, el Barcelona sigue aguardando ávido a la eclosión de otra de sus potenciales estrellas, Antoine Griezmann, jugador que, tras el 5-2 al Betis en el que fue el líder y marcó dos goles, se ha convertido en un futbolista venido a menos y que en ocasiones parece padecer la invisibilidad que muchos otros nuevos jugadores han debido acarrear en su inicio como azulgrana.
Antes de marcharse enfadado anoche del templo de los culés, Griezmann salió al Camp Nou por segunda vez de forma consecutiva desde el banquillo. Anoche contra el Valladolid entró en el 64 por el joven Ansu Fati, quien mañana jueves cumplirá 17 años, mientras que en el anterior, contra el Sevilla, vio todo el partido junto a los reservas. En el choque de Praga fue titular, pero fue sustituido en el segundo acto.
El internacional francés ha descubierto de forma rauda que en el Barcelona no es un intocable y que los galones, más que ganárselos, se los tienen que conceder. No es un caso nuevo, ya que otras estrellas de renombre cuando se enfundaron la azulgrana debieron pasar por el mismo proceso en temporadas anteriores, en las que Messi y sus socios han acabado siendo los que mandan en el campo y los que deciden a qué se juega en el césped, y con quién se cuenta.
No es la primera vez que Griezmann ha jurado en arameo cuando en una ocasión franca se ha convertido en invisible, cuando él era el jugador en mejor posición para recibir el esférico, y ha acabado siendo obviado.
Anoche le llegó a recriminar a Semedo en el 83 que no le echase el balón a sus pies cuando era lo más factible, después de que éste se estuviese moviendo por la zona sin que el francés fuese visto por los suyos.
Ya en el tramo final, Messi se la jugó sólo en la frontal, cuando quizá lo más razonable hubiese sido echar el balón a la izquierda donde estaba Griezmann sólo para poder encañonarlo y buscar el 6-1. El argentino perdió el balón en el intento de remate.
En esta ocasión, a Griezmann ni se le pasó por la cabeza no sólo recriminar la ausencia de pase, si tan siquiera se atrevió a poner cara de desesperado.
Sabe, aunque duele, que aún no ha sido reconocido como socio en ataque, y que por mucho que se mueva por la línea ofensiva de banda a banda, se intercale entre líneas para buscar un pase o brindarse para una pared u ofrecerse para un roto o un descosido, esto lleva su tiempo y que a pesar de haber llegado con un traspaso deslumbrante de 120 millones de euros más 15, ello no le va a evitar convertirse en un jugador invisible en ocasiones para sus compañeros, o simplemente ejercer de paje para el rey.
Todo lleva su tiempo, y Griezmann, si se lo propone, acabará siendo un socio destacado para los planes de Messi, por puro sentido común y de necesidad.
Para ello, tendrá que echarle mucha paciencia y encajar que aún pretendiendo ser un indiscutible, como lo era en el Atleti o en la selección francesa, en el Barça de Messi se empieza por ser plato de segunda mesa para ir evolucionando poco a poco hasta, quizá, acabar sentando un día en la misma que el argentino, a quien en el Barça nadie le lleva discutiendo desde hace más de un decenio su liderato, por otra parte, ganado a pulso.