25 nov. 2024

Por tierra, agua y aire, una travesía por Sudamérica para llegar a la final

Por tierra, agua o aire, todas las formas de viajar han sido buenas para los miles de hinchas de Flamengo y River Plate que durante días han atravesado miles de kilómetros para llegar a Lima y apoyar a sus respectivos equipos en la primera final a partido único de la Copa Libertadores.

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Un seguidor de Flamengo lleno de euforia antes de la final.

Foto: EFE

Llegados desde los puntos más recónditos de Brasil y Argentina, las aficiones acudieron fieles a la cita en el templo del Estadio Monumental de la capital peruana para culminar una peregrinación que apenas tiene precedentes similares en el continente.

En total fueron alrededor de 30.000 seguidores entre brasileños y argentinos que formaron toda una procesión para acceder al estadio, ubicado a las afueras de la capital peruana.

Los más afortunados pudieron llegar a Lima en avión casi sin escalas, pero aquellos con el presupuesto más ajustado hicieron un viaje de tres días por carretera desde Buenos Aires y de cinco desde Río de Janeiro, en un recorrido para cruzar de este a oeste el continente.

También hay quienes llegaron por río desde Brasil, navegando el río Amazonas hasta entrar en territorio peruano y desde las ciudades selváticas de Perú atravesar por carretera la cordillera de los Andes hasta arribar a Lima.

Entre los que pudieron viajar en avión estaba Marcelo Neva, un hombre de aspecto rudo que llegó al estadio en silencio pero entre lágrimas.

“Estoy llorando porque es una emoción muy grande acompañar al Flamengo en la final, por todo lo que pasamos. Esta final representa mucho para la gente, ya que han sido 38 años esperando para ella”, comentó.

El aficionado del Mengão señaló que, a pesar de ir en avión, su viaje “fue muy difícil” porque tuvo muchas escalas por distintos aeropuertos de Sudamérica y hasta tres horas en control de inmigración.

Otro acérrimo de Flamengo que tampoco faltó a la cita fue Ricardo Fraga, quien presumía de haber estado en la final de 1981 donde el equipo carioca conquistó hasta ahora su único Libertadores.

“Llegar aquí fue difícil. Fueron trece horas de viaje, con escalas en São Paulo y Santiago de Chile, pero valió la pena por los 38 años que llevamos esperando. Esperé 38 años, desde que vi a Zico hacer a Flamengo campeón de la Libertadores”, dijo a Efe, quien esperaba un 3-0 para la final.

Desde Acre, el estado de la Amazonía brasileña fronterizo con Perú, llegaron Marcelo Nuba y Naiara Nascimento con su familia completa, tras cuatro días de viaje en automóvil donde cruzaron la selva y los Andes, la peor parte del viaje porque allí sus hijos pequeños sufrieron mal de altura.

La zona sur del Monumental era una gran fiesta de los cariocas, con continuos cánticos que manifestaban la emoción de quien acaba con una larga espera de casi cuatro décadas por volver a jugar la final de la Libertadores.

Eso contrastaba con la parte norte y la aparente tranquilidad de los aficionados de River, que accedían al estadio con calma, acostumbrados ya a jugar finales, pues esta es la segunda final consecutiva para River, que es el vigente campeón del torneo, y la tercera en cinco años.

“Estamos tranquilos, no como en otras ocasiones que puedes estar más nervioso. Confiamos a muerte en los jugadores y en el técnico Marcelo Gallardo”, explicó a Efe Fernando López, un hincha de ‘La Banda’ llegado desde la provincia argentina de Santa Fe.

Para llegar a la capital peruana, este hincha de River viajó con cuatro amigos más en un automóvil que hizo 3.600 kilómetros en poco más de 48 horas.

“Es una sensación única estar ahora entrando en el estadio, tras un viaje que se programó como una osadía entre amigos. Estamos muy tranquilos. Pase lo que pase, nos vamos satisfechos de estar aquí en el Monumental de Lima”, aclaró.

Tanto López como sus amigos consiguieron las entrada para la final gracias a que la sede de la final cambió de Santiago de Chile a Lima, lo que permitió aumentar el lote de entradas que disponían ambos clubes para sus aficionados.

Entre los que vinieron en autobús desde Buenos Aires estaba Tomás Arandiola, que soportó 72 horas metido en un vehículo que cruzó tres países diferentes. “No nos ayudaron los dirigentes. Nos dejaron a la deriva. Pero nosotros estamos siempre, porque somos de River”, dijo.

Para muchos de ellos los nervios corren por dentro, pues son conscientes de la oportunidad histórica para ambos clubes y del duro regreso que les espera si no se proclaman campeones.

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