Tenemos entonces dos factores bien diferentes que se utilizan, aunque entrelazados: Desplazamiento veloz y mente pensante.
Es claro para los especialistas de este deporte que Europa lidera lejano en estos aspectos que determinan sus logros internacionales. Sudamérica, embanderado con Argentina y Brasil, compite con garbo por la hegemonía mundial. En Sudamérica sigue la fila con Colombia, Ecuador, Uruguay, Perú y los coleros serían Paraguay, Bolivia, Chile.
Lo que debo mencionar es que el movimiento rápido exige técnica y con esta se llega a la rapidez que depende de la velocidad del pensamiento. Por tanto, no hay atajo a pensar bien sin técnica. De esta última cualidad se salta a lo otro.
Los paraguayos nunca brillaron en esta virtud y mientras no empecemos a trabajar en soluciones, lejos estaremos de buenos resultados.
El DT actual de la Selección Nacional no va a cambiar esto y tampoco es su misión. Con ponernos en el Mundial basta y sobra.
¿Qué haremos entonces si tenemos pretensiones en el futuro a largo plazo?
Nublado panorama pues las divisiones inferiores no producen los atletas virtuosos en las cantidades esperadas. La velocidad neuromuscular es innata y no existen academias con ese manantial técnico indispensable.
Por fuerza se pasa vía la técnica al pensar rápido y, es condición de desarrollo cerebros bien nutridos, que es déficit por muchas precariedades en la etapa de formación de nuestros futbolistas.
Los programas para adquirir y pulir la técnica deben ser prácticos y con jugadores con una dosis innata, pues lo que la naturaleza no da se aprende lento y a medias. Los profesores deben ser bien calificados en este aspecto.
La APF podría hacer programas a largo plazo que puedan lidiar con esta problemática que nos asigna la actualidad.
Recursos hay que asignar para suplantar o potenciar la garra paraguaya, que por cierto existe, pero es virtud común en clubes y selecciones europeas. Trabajemos pensando en el mundial 2030.