En su primera experiencia, el técnico teutón, que en la previa matizó unas declaraciones en las que ponía en duda que el estadio azulgrana fuera un templo del fútbol europeo, descubrió un escenario enfundando con la mística de las grandes noches.
No era para menos. Nadie quiso perderse el partido y las gradas se llenaron con 98.299 almas para degustar unas semifinales de la Liga de Campeones cuatro años después.
Ya en la previa del partido los aledaños del estadio azulgrana presentaban un aroma distinto al habitual. Los aficionados locales llegaron al Camp Nou con más antelación. Ayudó el poco tráfico en la ciudad con motivo de la festividad del 1 de mayo.
De hecho, la grada de animación ocupó la zona del gol norte un cuarto de hora antes del partido para empezar a calentar el ambiente y apoyar a los jugadores azulgranas.
El mosaico previo al partido con el mensaje en inglés “Ready to color Europe” (“Preparados para dar color a Europa”) coloreó las gradas mientras sonaba el himno de la entidad, que la megafonía cortó para que los aficionados pudieran cantarlo a pleno pulmón.
Fueron los ingredientes de una gran noche para el aficionado culé, que desde la temporada 2014-15 no vivía unas semifinales de la máxima competición europea.
En esa ocasión, fue también en el partido de ida, aunque contra el Bayern de Múnich, cuando el Barça dejó la eliminatoria encaminada con el mismo resultado registrado este miércoles.
Luis Enrique Martínez se sentaba en el banquillo del Barcelona, un equipo que entonces se movía al ritmo del tridente formado por Messi, Suárez y Neymar.
El equipo bávaro, entonces entrenado por Pep Guardiola, quien esta noche presenció el partido en directo, no pudo frenar un último cuarto de hora loco, con dos tantos de Messi y otro de Neymar que acercaban al Barcelona a la final que, finalmente, ganó ante el Juventus en Berlín.
Contra el conjunto inglés, Messi repitió con otra actuación soberbia en el segundo tiempo. Con un Barcelona más estirado de lo habitual buscando el tanto en transiciones rápidas, el argentino se desgastó en el primer tiempo.
Intenso en la presión e hiperactivo en ataque, completó una primera media hora que, pese a no ver portería, se mereció la ovación del Camp Nou.
Sí que vio portería Luis Suárez. El uruguayo, que se batió en un intenso duelo con Virgil Van Dijk y Joël Matip, abrió la lata en el minuto 26 con un tanto de ‘9' puro tras un centro preciso de Jordi Alba, uno de los mejores jugadores del primer tiempo.
Lo celebró con rabia el charrúa ante su exequipo, si bien después de recibir la felicitación de sus compañeros se dirigió a los aficionados del Liverpool, situados en el tercer anfiteatro, con un gesto de perdón.
Si en el primer tiempo el héroe de la afición del Barcelona fue Luis Súarez, en los primeros minutos del segundo los aplausos fueron para Ter Stegen.
Con el Liverpool mandando en ataque, el guardameta apareció en tres ocasiones para evitar que Milner, en dos disparos, y Salah igualaran el encuentro.
El Camp Nou, en cambio, abroncó a Coutinho tras dos pérdidas de balón consecutivas. Más aplausos recibió el brasileño, cabizbajo, cuando Valverde le sustituyó por Semedo en el minuto 60.
Messi se acordó de Countinho en la eufórica celebración de su primer tanto de la noche, en el minuto 75, con un gesto pidiendo a los culés que no silbaran a su compañero.
En el 82, se inventó un libre directo estratosférico que entró por la escuadra de Alisson. El templo de Messi estalló para celebrar un resultado que deja al Barcelona a 90 minutos de la final de la Liga de Campeones, la copa que a principios de temporada el argentino calificó de “linda y deseada”.