Diferentes reacciones causó esta designación en todo el mundo considerando la importancia global del evento.
Uno se pregunta: ¡¿Un partido?! Pero estamos hablando de Uruguay que fue sede del primer mundial y de Argentina, actual campeona del mundo, cuyas selecciones jugaron la primera final de aquel campeonato que justamente cumplirá 100 años en el 2030.
No es para festejar ni para bailarlo.
Creemos que la Conmebol realizó el esfuerzo para no compartir el mundial y que Sudamérica sea el centro del mundo en el 2030. Pero no será así. Pareciera que se dio a Sudamérica un caramelo y que la torta se llevó a otro lado (a España, Portugal y Marruecos). Pareciera una broma de mal gusto. Una migaja que FIFA da al fútbol sudamericano, nada más y nada menos que en el centenario del primer mundial de la historia. ¿Y Paraguay? En nuestro caso, seamos sinceros, quitémonos la careta; si estamos en esta conversación es porque Domínguez es paraguayo. De otra manera, no hubiéramos tenido esta posibilidad que, es cierto, es histórica, pero no estamos a la altura para tan importante cita. Ni logística ni deportivamente. Y lo que es peor, nuestra imagen para el mundo como país es pésima ya que en los últimos tiempos somos famosos por cosas negativas, por contar con políticos significativamente corruptos uno de ellos metiendo sus tentáculos en la APF, hoy en día. Existen detalles importantes que no podemos ocultar como el pésimo servicio de transporte y la inseguridad reinante en el país, temas insuperables eternamente, que para ser sede mundialista son fundamentales.
Tampoco tenemos estadio que cumpla con todos los requisitos para jugar un mundial. Aunque habrá tiempo, para poner al menos uno en condiciones. La verdad duele y quema, pero no hay que callarla.
Y no diga que soy pesimista o antipatriota.
Llámele antipatriota al político que está vendiendo o rifando tierras del Estado paraguayo y, al mismo tiempo sea protegido por aquellos mismos tentáculos de los que les hablo en estas líneas.