El recurso es tan viejo como el ser humano. Pero, desde que la era digital ha posibilitado la proliferación algorítmica de la mentira aviesa, responsabilizar de los propios errores a una supuesta confabulación perversa es parte de una estrategia en los ámbitos del poder, que se manifiesta en toda la esfera pública actual. El fútbol, por supuesto, no es una excepción.
Con tono de niño caprichoso súbitamente burlado por el peso de la realidad, el entrenador del Club Libertad, Ariel Galeano, dejó a entrever una aparente injusticia de la Asociación Paraguaya de Fútbol para con su equipo, tras el empate a cero con Tacuary este fin de semana en un cuestionado estadio de River Plate. “Es una vergüenza que Tacuary lleve a Cerro Porteño a jugar en Ciudad del Este (el sábado), en una cancha que se preparó para que juegue la Selección Nacional y a nosotros nos traen aquí (Jardines del Kelito). No se juega con las mismas cartas. Y nosotros no ganamos hoy y nos gritan ‘burros’, ‘hijos de puta’. Esta cancha no es para Primera”, dijo el DT de 27 años.
Así es. La del barrio Mburicaó no es un terreno para Primera, pero siempre se jugó allí (incluidos Olimpia y Cerro Porteño). Al representante de Libertad en el Consejo de División de la APF, sin embargo, no le pareció lo mismo que a Galeano cuando días antes programaron, en esa misma cancha “impresentable”, el partido del fresco sábado pasado. El club del barrio Las Mercedes ganó solo 2 de sus últimos 5 juegos y ya no es el puntero del Torneo Apertura, pero los responsables de su inoperancia son para Galeano los ignotos programadores de las jornadas futboleras.
Se sabe que el fútbol paraguayo es mediocre organizativamente (también en lo deportivo, otra parte de la misma historia), pero viniendo del club de Horacio Cartes estas quejas de injusticias suenan un poco inverosímiles, cuando no a llanto algo patético.
La tendencia paranoica no es privativa de Libertad, por supuesto, también las dirigencias de Olimpia y Cerro Porteño apelan a la estrategia victimista del complot para justificar las fallas particulares, pero bien podría argumentarse que la estrategia del complot es políticamente típico hoy en el quincho de la casa de la Avenida España y, más genéricamente, en las élites económicas, políticas, culturales y deportivas de la ultraderecha mundial admiradora, sobre todo, de Donald Trump.
El pasado 8 de mayo, en su columna semanal del periódico brasileño Folha do Sao Paulo, el periodista deportivo y escritor Juca Kfouri hizo notar cómo el empresario trumpista John Textor, propietario del Botafogo, responsabilizó de los diez partidos que estuvo su equipo sin ganar en la recta final del Brasileirao 2023, habiendo estado holgadamente en la cima del torneo, a una supuesta e improbable trama de amaño de partidos para beneficiar al mejor equipo brasileño y sudamericano del último lustro: el Palmeiras de Gustavo Gómez.
El entrenador del Gremio, admirador de Jair Bolsonaro, Renato Gaúcho, se subió jubilosamente a la comparsa de Textor; también los defensores centrales de Fluminense y Vitoria, respectivamente, Felipe Melo y Wagner Leonardo, el primero de ello al menos un furibundo bolsonarista. Los apoyaron en el argumento de la maquinación obscura los senadores Eduardo Girão y Carlos Portinho, quienes niegan la victoria electoral de Lula da Silva sobre Bolsonaro. Porque es lo que suelen tener en común estos expresidentes, empresarios, entrenadores, futbolistas y parlamentarios ultraderechistas: son negacionistas consumados de su derrota electoral y deportiva, del cambio climático y de la diversidad racial y sexual, como nos lo recuerda el siempre sensato Kfouri.
Quizá Galeano, como director técnico-táctico, deba centrarse precisamente en lo técnico-táctico (en coordinar mejor a su pareja de centrales, entre otras medidas urgentes) antes que fijarse tan amargamente en lo político, ese dominio de Cartes, el mero “colaborador” de Libertad según su presidente, Rubén Di Tore. Si no, al otrora puntero indiscutido se le resbalará sin remedio de las manos el trofeo, entre lágrimas reales y fantásticos complots.