El mismo fue fruto de una excepcional final, en la que tras unos comienzos en los que le pesaron los nervios y la presión, acabó desplegando el gran tenis que ha exhibido en las dos últimas semanas en Melbourne Park.
Azarenka, que jugaba su primera final de Grand Slam, saltó a la pista mucho más nerviosa que Sharapova, más acostumbrada en su carrera a estas situaciones. Esta situación se evidenció desde los primeros puntos y la rusa tomó el mando, tras quebrar el servicio de su rival en el primer juego de la final.
La bielorrusa, que dispuso de un 0-30 en contra en el tercer juego, comenzó a reencontrarse con su tenis a partir de ese momento y encadenó tres juegos consecutivos. El partido había cambiado por completo de rumbo y era Azarenka la que se sentía superior en la pista. Sharapova no podía dominar los puntos y los errores no forzados fueron lastrando su juego.
En un agónico octavo juego, que se prolongó durante casi nueve minutos, Azarenka logró su segunda rotura y sentenció la primera manga a continuación con su saque.
La segunda manga fue un recital de Azarenka ante una Sharapova impotente y derrotada, que no encontraba la forma de contrarrestar el juego, mucho más completo, de su oponente. La bielorrusa era un ciclón en la pista y le endosó un 6-0 demoledor, tras 1 hora y 20 minutos de juego, que le permitió alzar el trofeo de vencedora. EFE