Cuando el fútbol de Italia se agita y se llena de electricidad, cuatro nombres, Federico Chiesa, Lorenzo Insigne, Nicolo Barella y Marco Verratti, forman un combo de poca estatura culpable del éxito del cambio de estilo transalpino que evita el ‘catenaccio’ y sale a morder al rival.
Todos recuerdan a los mejores años de la selección española, entre 2008 y 2012, que con figuras como Jordi Alba, Xavi Hernández, Andrés Iniesta o David Silva gobernaron Europa y el mundo con pocos centímetros. Bajo los mandos de Luis Aragonés y Vicente del Bosque, cuatro de sus hombres más importantes no superaban los 1,73 metros que mide Silva.
Alba, con 1,70, e Iniesta y Xavi, con 1,71 ambos, no necesitaban la fortaleza física y la corpulencia para componer un mosaico futbolístico excelso de buen fútbol con el que España conquistó títulos de relumbrón como las Eurocopas de Austria y Suiza 2008, la de Polonia y Ucrania 2012 y el Mundial de Sudáfrica 2010.
Casi una década después del último éxito de aquella selección española, Italia parece que ha recogido el testigo de un equipo ya histórico y cuatro de sus pilares en el juego creativo y de ataque basan su juego en la inteligencia, la habilidad, mientras también huyen del juego más físico.
Italia juega a otra cosa diferente a la que normalmente tiene acostumbrados a sus aficionados y, de momento, por lo menos recuerda al estilo marca España aunque tal vez con un juego más directo. A semejanza de la mejor selección española de todos los tiempos, la altura no es indispensable.
Lo demuestran las medidas: Lorenzo Insigne es el más bajito con 1,63, Marco Verratti llega al 1,65, Nicolo Barella mide 1,72 y Federico Chiesa, 1,75. A lo largo del torneo, todos han sido indispensables en la buena actuación de Italia, que este martes se jugará ante España un pase a la final en el estadio de Wembley.
Verratti y Barella, junto a Jorginho, son el reloj de Italia que marca los tiempos del juego. A diferencia de Jorginho, más parecido a Busquets a la hora de guardar la posición y de distribuir juego, Verratti y Barella tienen una marcha más para romper líneas y acelerar el juego de su selección.
Cuando llegan al campo contrario, se encuentran con sus otros dos aliados que tocan a rebato. Por delante, Insigne y Chiesa son dos puñales muy habilidosos, con mucha técnica, gol y una velocidad para tomar decisiones impresionante. La otra pata del sexteto la forma Ciro Immobile, el hombre más adelantado encargado de cerrar las jugadas.
Entre Verratti, Barella, Chiesa e Insigne, acumulan cuatro de los diez goles de su equipo. Además, han dado tres asistencias. Pero sus mayores virtudes las sacan a relucir en el juego minuto a minuto. Y alguno no esconde cuáles son sus influencias y gustos.
“En España tuvieron grandes campeones que inspiraron a todo el mundo, no solo a mí, como Xavi e Iniesta. Todos los que aman el fútbol los apreciaron y yo también”, dijo Barella en rueda de prensa este domingo.
La diferencia con España la establece su seleccionador, Roberto Mancini, que dejó claro que el juego de su equipo no está basado en la posesión: “España utilizó ese estilo (fue preguntado por el ‘tiqui-taca’) durante años y llegaron a dominar el fútbol. Nuestra manera de jugar es distinta, somos italianos, no podemos transformarnos en españoles de repente”.
Faltan semejanzas en el tipo de juego. Italia es más directa, más rápida. España madura más la posesión del balón. Pero, ahora, la nueva Italia marca y va a por más, no se encierra. Y, como la España de 2008-2012, se revoluciona gracias a sus jugadores más bajitos, que con un desparpajo increíble han conseguido llevar a Italia hasta la orilla de una gran final.