Pero Dominika Cibulkova, primera eslovaca que alcanza la final de un Grand Slam, llega a este partido dando una sensación de madurez y confianza que puede frustrar el sueño de la discípula del argentino Carlos Rodríguez. Ella está convencida de que si se la compara con otras jugadoras de su generación es tan buena como el resto.
La victoria ante la polaca Agnieszka Radwasnka en semifinales (6-1 y 6-2) demuestra su ambición, más si se tiene en cuenta que el balance que tenía contra “Aga” era de 1-5 y que hace un año perdió contra ella por un doble 6-0 en la final de Sídney.
La confianza de Cibulkova comenzó a hacerse de granito en este torneo al vencer a la rusa María Sharapova, campeona del 2008, destrozando a la rumana Simona Halep, y luego a Radwanska, quinta del mundo.
Con 161 centímetros de estatura y unos músculos bien desarrollados (de ahí su apelativo) Cibulkova proviene de una generación que dio buenas jugadoras, como Radwnaska, la bielorrusa Victoria Azarenka, la danesa Caroline Wozniacki, la checa Petra Kvitova o la alemana Sabine Lisicki.
Azarenka y Kvitova ya consiguieron títulos del Grand Slam, dos Abiertos de Australia y un Wimbledon, respectivamente, e incluso Radwanska y Wozniacki alcanzaron finales de los grandes. Algo que Dominika ya logró también. “Nos hemos impulsado unas a otras. Estamos en el mismo camino y ellas me motivaron. Si pudieron hacerlo, yo puedo también”, dijo Cibulkova.
La ventaja es para Na Li, más veterana y experimentada, con dos finales perdidas en Melbourne como referencia y el título de Roland Garros de 2011. Además de gozar de un balance favorable de 4-1 en sus enfrentamientos, el último a favor de la china en los cuartos de final de Toronto el pasado año (7-6 y 6-2).
En su cuarta final de un grande y después de caer en Melbourne dos veces, en 2011 contra Kim Clijsers y 2013 ante Victoria Azarenka, la jugadora china debe, según su entrenador, “superar el miedo a la derrota para salir convencida de que se trata de su gran oportunidad”.
“Es mi tercera vez en la final aquí, por lo que estoy muy cerca del trofeo. Al menos espero no caerme esta vez, porque el año pasado estaba jugando bien, y me caí dos veces. Esta vez espero disfrutar y permanecer sin tropiezos”, adelantó Li.
Na Li tiene la habilidad de, aparentemente, transformar en simpatía la tensión, disipar los miedos con sonrisas. Y el autor de este cambio es Carlos Rodríguez, exentrenador de la belga Justine Henin, con quien ganó siete torneos del Grand Slam.
“Ella tiene hambre de este título”, dijo el argentino, pero “quiere esconder un poco sus ganas, y tiene ansiedad, pero eso es también muy chino, porque demuestran poco los sentimientos”.
Rodríguez cree que en esta ocasión, Cibulkova es la rival ideal de Li y que le va “bien a su juego”, mucho mejor que si hubiera sido la polaca. “Varía menos que Radwanska, pero juega rápido y se mueve muy bien”, advirtió no obstante. “Hay que evitar que se tense, si no, mal vamos”. EFE