Por Enrique Dávalos - Telefuturo
Arrancó en Barcelona, donde estuvo a poco de lograr un triunfo histórico pero se vio obligado a abandonar por problemas en el motor. Ahora ya se encuentra en Austria, en el mítico Red Bull Ring.
Compartimos con Joshua en el circuito de Montmeló el jueves previo al fin de semana de carrera en Barcelona. Los jueves, en la gran mayoría de los casos, son los días para hacer reconocimiento de pista, reuniones de prensa, reuniones de pilotos, trámites, etc.
A pesar de arrastrar una penalidad de 10 puestos en la grilla de partida, tras ser sancionado en Mónaco, Joshua en Barcelona transpiraba un semblante increíble. Una permanente sonrisa en su rostro, risas y un buen humor que contagiaba a todo su entorno. No me resistí y le hice la pregunta más rara del mundo: “Che, te veo demasiado bien, ¿por qué estás tan contento?” Me miró, sonrió y me dijo: “Por el simple hecho de estar corriendo Fórmula 2. Estoy literalmente respirando el mismo aire que la Fórmula 1. Estoy en el mismo circuito. Es el sueño del pibe lo que estoy viviendo… el trabajo es duro, pero aprendí a disfrutar el momento. Este era mi sueño”.
En medio del trajín, del viaje, de la intensidad del minuto a minuto en un lugar así, fue él mismo quien me hizo parar la pelota y observar un poco de mi alrededor:
Estaba yo ahí, en el Paddock de la Fórmula 2, viviendo una experiencia única y que jamás imaginé que podría tener. Viendo a pilotos – a mis ídolos - pasando al lado mío, a los autos, mecánicos practicando cambios de neumáticos. Algo que cualquier amante de este deporte sueña con poder presenciar.
Con Joshua estaban ahí Norman Funk y Eduardo Sánchez, dos paraguayos a quienes conocí hace ya unos años. Norman, cuando eso, era un tipo que manejaba una cuenta de redes sociales sobre F1 y que además era un gran fanático de Joshua. A él un día le pregunté si sabía quién administraba la comunicación de Duerksen y me presentó a Edu. Le escribí y fuimos a comer una pizza. Edu iba más lejos aún: Me dijo que su sueño era llegar a manejar a Joshua en la instancia más alta posible y estaba formando un equipo para ello. Ad honorem, por amor al deporte y por la esperanza de que alguna vez llegaría ese momento. Vale aclarar que mientras comíamos esa pizza, Joshua estaba recién en Fórmula 4. Básicamente, Edu estaba dejando todo para apostar a un sueño que no dependía de él, que nunca antes ocurrió en nuestra historia y que, si llegase a ocurrir, tenía que esperar varios años todavía. Norman se le sumó haciendo lo mismo, dejando todo y montándose al sueño.
Hoy, ahí están los dos, Edu como mánager de Duerksen y Norman como su asistente dentro y fuera de la pista, además de ser su encargado de comunicación. Siendo probablemente los únicos paraguayos en trabajar en un Paddock, recorriendo el mundo detrás de un piloto de Fórmula 2.
Tras esa magnífica experiencia, me retiré y volví los días siguientes al circuito pero ya para estar en la gradería. No fue mi primera vez que iba a ver Fórmula 1 y 2, pero sí la primera vez que alenté a un compatriota. Fue la primera vez que vi a paraguayos gritar sin parar durante una carrera alentando a uno de los nuestros. Fue la primera vez que vi a paraguayos sacar banderas y camisetas para alentar a alguien y no solo para marcar presencia.
Me tocó ver y escuchar (y por suerte pude reaccionar a tiempo y filmar), a un operador de un montacarga que estaba trabajando en el circuito, en un momento, se bajó de la máquina y fue junto a Joshua. Emocionado, le contó que era un paraguayo que estaba trabajando en Barcelona desde hace ya varios años y que tenía la esperanza de cruzarse con él para que le firme una camiseta. Estaba tan contento de que justo se le dio el toparse con Joshua, tal como se imaginaba que podía ocurrir. Le contó un poco de su historia personal, de su mamá, de su vida en España y le dijo que volvería al día siguiente al mismo lugar para tratar de tener una foto y un autógrafo, porque no le permitían en ese momento por estar en hora de trabajo. Se despidió, subió a su montacarga y continuó su camino. Con una enorme sonrisa y probablemente ensayando en su mente cómo le contaría a su mamá que logró cruzarse con Joshua, tal como lo deseó.
Al día siguiente, una paraguaya con una bandera de nuestro país logró toparse también con Duerksen. Emocionada hasta las lágrimas, le regaló un paquete de chipitas y se tomó fotografías con él. Camarógrafos oficiales captaron ese momento y entrevistaron a Joshua para que explique sobre el motivo de tanta emoción y sobre qué era ese curioso alimento que le obsequiaron.
Barcelona fue demasiado especial. Por la “paraguayada”, por las emociones, pero sobre todo porque sirvió para darnos cuenta de lo que estamos viviendo. Quizá se necesite ser muy apasionado por este deporte para entender y dimensionar lo que estoy relatando. Pero lo bueno es que cada día somos más.
Hoy ya se está iniciando un nuevo fin de semana de carreras, en Austria. Por primera vez un piloto de F2 paraguayo correrá en el Red Bull Ring, por primera vez dos paraguayos – Edu y Norman – trabajarán en el Paddock con un piloto en el Red Bull Ring; por primera vez algún paraguayito o paraguayita irá a alentarlo ahí. En fin. La historia se está escribiendo. Todo está pasando por primera vez.