Buenos Aires (EFE). Robinho, Pato y Neymar. Fue la apuesta de Brasil arriba. Mano Menezes ha dado jerarquía a Neymar. Cambió a Robinho y a Pato. Dejó a Neymar en el campo los 90 minutos.
Neymar se echó a la izquierda. Desde ahí, se desplaza cómodo hacia el centro. Con dinamismo. Saca rédito a pierna cambiada. Le gusta la finta, el engaño y el regate. Y los túneles son su debilidad. Tuvo enfrente a Roberto Rosales, un chico venezolano que este año ha firmado una gran temporada en el Twente holandés. Le dio problemas. Pero, a ratitos. Sin continuidad.
Neymar se encontró a gusto especialmente al contragolpe, más que en el juego estático. Y como todo buen brasileño, parece que a veces perdona en el área. No exhibió el instinto ‘matador’ de los goleadores de toda la vida.
A veces, a Neymar se le ve tan superior, con tanta autoridad en el control y en la recepción del balón, que descuida, su definición ante un portero, Renny Vega, hasta hoy uno de los eslabones más débiles del equipo del profesor César Farías. Porque hoy mejoró su nivel Renny Vega.
Vistió Neymar el 11. No tiene el gol voraz de Romario, uno de los mejores 11 de la historia de Brasil. Pero se intuye que es una promesa con futuro. Es regate puro.
Neymar se protegió del frío, de arriba a abajo. Camiseta térmica interior, medias subidas hasta la rodilla, manga larga, guantes. No se puso el gorro que usa en los entrenamientos, y que tanto disgusta a Mano Menezes, porque está prohibido.
Por su estética, se nota que no ha jugado en Europa. A su lado, Dani Alves y Pato, con tiempo ya en Barcelona y Milán, jugaron en manga corta. El termómetro marcaba 8 grados.
Había expectación por ver a Neymar. Habrá que esperar unos días más. El día 9, ante Paraguay, otro examen para el chaval del Santos. De momento, tres partidos. Y el único soberbio, hasta la fecha, ha sido el Kun Agüero con su golazo ante Bolivia. EFE