El polaco, que se retiró de los saltos de esquí en 2011, disputa este año su segundo Dakar. El año del debut consiguió finalizar en una meritoria posición número 37. Ahora sigue progresando y marcha decimoséptimo cuando se han disputado ocho etapas.
Malysz, de 35 años, es toda una institución en Polonia. Cuenta en su palmarés con cuatro medallas en los Juegos Olímpicos de invierno, cuatro preseas de oro en los Campeonatos Mundiales de saltos de esquí y ha ganado en cuatro ocasiones la Copa del Mundo de su especialidad.
Ha obtenido tres veces el galardón de mejor deportista de Polonia. En la caravana del Dakar, sin embargo, pasa prácticamente desapercibido.
Las cámaras y los flashes suelen dirigirse a Stéphane Peterhansel y el resto de figuras del rally, pero el buen papel realizado por el ‘polaco volador’ ha despertado la curiosidad del pueblo ‘dakariano’ hacia este deportista.
Malysz, reservado y con la ayuda de su copiloto, que traduce al inglés sus respuestas en polaco, asegura que este año, al volante de un Toyota Hilux, se ve capaz de lograr algo grande.
“Es una historia completamente distinta”, cuenta a Efe. “El año pasado empecé con un Mitsubishi Pajero diesel, muy fuerte pero lento”.
“Ahora vamos en un coche perfecto y tengo la experiencia del año pasado, que no es mucho, pero en algo ayuda”, agrega.
Puede parecer que las dos disciplinas que han marcado la vida de este deportista no tienen nada en común.
Los saltos de esquí se disputan en un clima gélido, en países del hemisferio norte, y exigen una enorme concentración antes de lanzarse por el trampolín para saltar.
El Dakar, en cambio, se celebra en América Latina, con temperaturas que a veces superan los 40 grados y obliga al piloto a permanecer encerrado en un automóvil durante horas acompañado por un copiloto.
Pero hay un elemento que une los dos deportes: la adrenalina.
“La adrenalina es la misma. En los saltos de esquí eran unos pocos segundos, cuando estaba en lo alto de la montaña y bajaba para saltar. En el Dakar la adrenalina se mantiene durante horas, pero la sensación es la misma”, dice Malysz.
El polaco, quien paradójicamente asegura que no le gusta el frío, llevaba años interesado en el Dakar, aunque sus compromisos con los saltos le impidieron plantearse seriamente la posibilidad de correr el rally más duro del mundo.
Tras llegar a la cúspide en los saltos de esquí, Malysz vive ahora con intensidad la experiencia de empezar desde cero en otra disciplina.
“Es el comienzo de mi trayectoria en el motor. Es difícil para mí, porque en los saltos de esquí estaba en la cima y todo era sencillo”, asevera.
“También recuerdo cuando empecé en el esquí, era duro. Ahora trato de aprender y ser un buen piloto. No es sencillo, pero hago lo que puedo”, dice el polaco, que ha ganado diez kilos de músculo para resistir la dureza del Dakar.