Por Pedro Lezcano - @pedritolezkano
Corría el año 1915 en Paraguay y el fútbol ya iba rompiendo de a poco el dique imaginario que marcaba los dominios capitalinos, justo a la altura de Calle Última.
En ese asunto de la pelotita, en Ypacaraí, un tal club Porvenir había tomado la posta y su ejemplo, para bien o para mal, motivaría a otros grupos a organizar sus propios espacios deportivos.
Fachada del club 24 de Mayo tras la primera renovación de la misma. Foto: Gentileza
Algunos, incluso, bajo la tutela de la institución que posteriormente adquiriría el mote de “El Decano del Interior”, y otros más bien en desavenencia con las imposiciones de los primeros dirigentes foráneos, quienes en algunos casos despreciaban a sus prójimos de menos posibilidades económicas.
O al menos hay quienes lo entendieron así, como por ejemplo resalta el caso de un colectivo de sastres de la misma ciudad, quienes, tras la negativa del francés Julio Richer (presidente del Porvenir) de disputar un pequeño encuentro distendido en lo que era la cancha del club pionero en la comunidad, decidieron crear su propio equipo: el FBC 24 de Mayo.
Según los doctores Plinio Duarte y José Guastella, compiladores de la historia del tercer club ypacaraiense, el calendario marcaba 9 de julio y los sastres, preocupados por la necesidad de ejercitar el cuerpo, debido a la actividad laboral que los obligaba a pasar mucho tiempo sentados, optaron por dar rienda suelta al juego, pero en una plaza pública, resolviendo así la desazón inicial.
Plaza pública en Ypacaraí. Foto: Gentileza
Aquel acontecimiento dio lugar a lo que con el tiempo la vox populi consideraría como “La Rebelión de los Sastres” y, además, el nacimiento de una nueva ilusión futbolera.
Específicamente el 20 del mismo mes, una asamblea popular en la casa del señor Gregorio Chávez oficializaría la intención de Anacleto Sosa, Martín Duarte, Juan Cirilo Duarte y Atanasio Yegros, entre otros novedosos directivos.
El nombre electo homenajearía la épica Batalla de Tuyutí, librada en los esterales del Ñeembucú, el 24 de mayo de 1866, durante la Guerra Grande. Los colores verde y amarillo simplicarían las diferencias con sus contendientes regionales y la historia zurcida por mano propia en las camisetas del club crecería particularmente rica.
Del actual escenario del “24", sede originaria del tradicional Festival del Lago Ypacaraí —genuina expresión de libertad y lucha contra la dictadura de Alfredo Stroessner—, salieron también grandes atletas nacionales.
Destaca entre ellos Salvador Villalba, capitán de la Selección Paraguaya en el mundial de Suecia (1958), como uno de sus más recordados jugadores.
Salvador Villalba (d), capitán de la Albirroja ante Escocia. Foto: Gentileza
Ya en la última década, la presencia colaborativa de políticos como “Calé" Galaverna ha generado cosas positivas para la sede social, tanto como manchado un poco —hay que decirlo— las páginas de gloria institucional. Sin embargo, el noble ideal de sus fundadores todavía convive ileso en los hilos de las banderas que hoy flamean orgullosas en el “Alberto Elías”.