Rusia dejó a la generación dorada de voleibol de Brasil con la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Londres con una soberbia remontada en cinco sets.
Rusia se colgó su primer oro olímpico en voleibol, que se suman a los tres que ganó la Unión Soviética (1964, 1968 y 1980) y relegó a Brasil al segundo lugar del podio, en el que repiten después de Pekín.
Brasil se adjudicó con autoridad los dos primeros sets, Rusia se llevó el tercero por estrecho margen ganando una inyección de moral que abatió a los brasileños, que fueron arrollados por la locomotora eslava en el cuarto y en el quinto.
Uno de los grandes responsables del triunfo de Rusia fue el gigante Muserskiy, de 2,18 metros de altura, y hoy autor de 31 puntos y decisivo en la recta final del partido.
La gran reacción rusa, que apabulló a Brasil a partir del tercer set, no se podía prever en el inicio del partido, en el que se preconizaba un paseo militar de los suramericanos.
Murilo, un jugador polivalente y hermano de otro legendario ex integrante de la selección, Gustavo Endres, guió a Brasil en una brillante primer set, en la que marcó siete puntos, en ocho intentos de remate, la mayoría apareciendo desde la segunda línea.
Wallace, que comenzó los Juegos como suplente, también realizó un gran inicio de partido, causando estragos con acometidas violentas desde los dos flancos, pero el ataque de Brasil se apagó después al chocar con el bloqueo de Rusia, que le valió quince puntos.
En el primer set el saque de dos jugadores titánicos como Lucas y Sidão ocasionó enormes problemas a los rusos que, al recibir con dificultades, no lograban montar sus contraataques.
Rusia intentó compensar el poderío brasileño arriesgando más en el remate, pero así perdió muchas bolas y perdió el parcial de forma inexorable.
El propio Mikhaylov, máximo anotador de los Juegos con una media de 18 puntos por partido, solo consiguió contabilizar un tanto en el primer set.
La tranquilidad del técnico Bernardo Rezende “Bernardinho” en sus gestos era muestra de que Brasil tenía a Rusia maniatada, una situación que se prolongó en el segundo parcial, en el que Bruno imponía un ritmo de juego intenso.
En el único momento que Rusia se acercó en el marcador (16-15), Brasil tuvo su mejor racha y se despegó al encadenar cinco puntos seguidos: dos remates de Wallace, intercalados por otros dos bloqueos y un ataque definitivo de Dante.
Hasta ese momento, la final estaba siendo más cómoda para Brasil incluso que el partido de la primera fase que enfrentó a estas dos mismas selecciones, en el que los suramericanos tuvieron que luchar cada punto para imponerse por 3-0, pero Rusia estaba lejos de bajar los brazos.
En el tercer set Rusia tiró de músculo, equiparó las fuerzas, levantó un punto de partido forzando un alargue y ganó el set, con la inyección de adrenalina que esto supuso para los europeos. El técnico Bernardinho trató de aprovechar la experiencia de Giba, un jugador mítico que a sus 35 años casi no ha participado en los Juegos Olímpicos, pero la estrategia le salió francamente mal.
Brasil lucía síntomas de cansancio, el juego no fluía como antes y Rusia se engrandeció con el golpe moral del parcial anterior. El gigante Muserskiy y Mikhailov bombardearon a sus rivales sin clemencia y se adjudicaron el set con supremacía para forzar el quinto y definitivo.
El equipo ruso comenzó mejor en el desempate y abrió tres puntos de ventaja (6-3) y acabó colgándose la medalla de oro con seis de diferencia, en un final de partido perfecto de sus hombres de ataque. EFE