En medio de las festividades de fin de año resulta hasta normal que la oficina de Migraciones, ubicada entre las localidades de José Falcón y Clorinda, reboce de visitantes tanto para el lado paraguayo como para la nación vecina.
El contexto genera entonces una gran demanda de trabajadores, hombres y mujeres, al servicio de un paso fluido, dinámico y seguro en el cruce fronterizo. Los rostros son variados, algunos demuestran tedio mientras que otros enseñan cierta alegría encubierta equivalente a la vivencia cotidiana.
En un abrir y cerrar de ojos... Vehículos de llamativos ploteados irrumpen con la costumbre del lugar. La llegada no es casual, sobre cada goma de aquellas eximias obras de ingeniería van cargadas millones de dólares en concepto de inversión y por si fuera poco: De un sinnúmero de esperanzas.
Se siente, el Dakar está a la vuelta de la esquina, todos se toman un momentito para ostentar con la mirada algo que quizás nunca podrán alcanzar. Sin embargo la realidad vuelve a rugir y al despertar de ese pequeño sueño, las labores marchan incesantes.
El oficial de la patrulla caminera coordina con el de la policía nacional, pocos lo ven, pero la garantía en cuanto a lo vial es fundamental para que todo se lleve a cabo sin sorpresas. La joven chipera observa, intenta vender su tradicional producto a un miembro del último equipo campeón.
Para ello es necesario que el interesado cambie su moneda extranjera por la vigente en el mercado local; el que oficia de cambista se acerca y completa su cometido, colabora con el viajero. Mientras tanto la encargada de la limpieza comenta que lleva horas tratando de dejar todo para como quien dice “la buena impresión”.
Los gendarmes argentinos, la mayoría con familia paraguaya, ordenan y guían los pasos de los aventureros que en algunos casos no comprenden el español. Por su parte, la funcionaria de migraciones fiscaliza la correspondiente documentación de los motorizados. ¡Éxitos señores!, dice con franqueza.