La llama olímpica fue portada al Estadio de Stratford por el británico Steve Redgrave, campeón de remo, que la entregó a siete jóvenes encargados de llevarla al centro del campo para encender un pebetero gigante formado por 204 pétalos mientras una explosión de fuegos artificiales iluminaba el cielo de la villa olímpica.
Con “Hey Jude” y después de que los 62.000 espectadores le acompañaran con el “na, na, na” de la famosa canción de los Beatles, Paul McCartney dio por clausurada una ceremonia que reflejó toda la diversidad y el dinamismo de Londres, sede los trigésimos juegos olímpicos de la era moderna hasta el próximo 12 de agosto.
Antes de que la Reina los diera por inaugurados, el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Jacques Rogge, destacó que los Juegos vuelven al país donde nacieron los juegos modernos y donde se incorporó por primera vez el deporte en los programas educativos.
Como si se tratara de un musical, el espectáculo, a cargo del director de cine Danny Boyle, hizo un repaso de la historia de este país, con la ayuda de miles de voluntarios, famosos, escritores, músicos y hasta la reina, que por primera vez se representó a sí misma en una filmación.
La película, proyectada en la ceremonia, recreó la salida de la soberana del palacio de Buckingham junto a Daniel Craig como James Bond, con quien abordó un helicóptero que la transportó hasta la villa olímpica.
Una vez en el estadio, la reina -aunque esta vez interpretada por un actor- se lanzó junto al agente 007 desde el helicóptero. Poco después, la soberana de carne y hueso, de 86 años y que acaba de cumplir seis décadas en el trono, hizo su entrada en el Estadio Olímpico acompañada de su esposo, el duque de Edimburgo, en medio de una explosión de aplausos de los espectadores.
Antes de la llegada de la Reina y que se cantase el himno nacional, el estadio fue invadido por cientos de voluntarios con trajes de campo del siglo XIX, que bailando y saltando mostraron la transformación del país, del campo a la vida industrial, mientras chimeneas de fábricas iban surgiendo en el centro del Estadio.
En la campiña ficticia se colocaron ovejas, caballos, gallinas, vacas, cabras y varios perros y gansos, y tampoco faltaron casitas de campo con sus chimeneas y molinos de agua.
Entre un evento musical y otro, cinco anillos olímpicos gigantes hicieron su aparición en el estadio y se fundieron en una explosión de fuego, mientras luces de colores se proyectaban sobre las gradas.
Tras la revolución industrial y la referencia al sufragio femenino, un colorido espectáculo de enfermeras contó el nacimiento de la Sanidad pública británica después de la II Guerra Mundial.
Con sus uniformes y empujando camas de hospitales, las enfermeras inundaron el escenario olímpico acompañadas por numerosos niños, en un evento que recordó la creación de un servicio basado en el principio de que “ninguna sociedad puede llamarse civilizada si a una persona enferma se le deniega asistencia médica por falta de recursos”, del político laborista galés Aneurin Bevan.
La literatura infantil también tuvo su referencia cuando la escritora JK. Rowling, creadora de las historias del niño mago Harry Potter, apareció en la ceremonia para leer el fragmento inicial del clásico del escocés J.M.Barrie, Peter Pan.
El actor británico Rowan Atkinson se puso en la carne de su famoso personaje “Mr Bean” para recrear la película “Carros de fuego”, sobre los Juegos Olímpicos de París de 1924, corriendo sobre la famosa playa de la localidad de St. Andrews (Escocia).
Después se vio a “Mr Bean” en el escenario del estadio tocando con la Orquesta Filarmónica de Londres mientras el director de música Simon Rattle trataba de hacerse cargo de la situación.
El espectáculo de música y colores continuó con la referencia a los años de la explosión cultural en el Reino Unido, en los pasados años sesenta, con el nacimiento de grupos pop y rock, como los Rolling Stones o los Sex Pistols, pero especialmente los Beatles.
En el centro del estadio, cientos de voluntarios con ropa informal bailaron y recrearon escenas de las discotecas de Londres, para después ver pasar a un Mini rojo, el automóvil que es símbolo, como ningún otro, del más puro estilo británico.
Después de la espectacular muestra de sonido y colores, empezaron a desfilar los equipos olímpicos, con Grecia a la cabeza y el del Reino Unido al final por ser los anfitriones.