Corrían 55 minutos del partido y Paraguay ganaba 1-0 con cierta tranquilidad ante Argentina, en el juego de la segunda fecha del Grupo B de la Copa América, cuando el VAR llama al juez brasileño Wilton Sampaio para revisar una jugada por una supuesta mano penal.
El árbitro mira las imágenes y toma la decisión de sancionar la pena máxima y castigar al defensa paraguayo Iván Piris con la tarjeta amarilla.
Sin embargo, tal mano no existió (la pelota pega en el muslo del jugador) y tampoco hubo una imagen esclarecedora, porque las repeticiones y las tomas no eran las mejores para justificar el cobro del penal.
Lo cierto y lo concreto es que la tecnología de la que tanto alardea la Conmebol terminó cometiendo una injusticia, la primera en lo que va de la competencia, y dio vida a una selección discreta como la Argentina.
Al final, sacando la polémica, Paraguay tuvo la chance para liquidar el encuentro por un penal de Otamendi sobre Derlis González, pero el guaraní no pudo batir al buen golero Franco Armani, que debió ver la roja en el primer tiempo.