El Real Zaragoza logró su primera victoria en casa de la actual temporada, por 3-1 ante Osasuna, en un partido en el que el triunfo tuvo un sabor especial para el equipo aragonés por la rivalidad que existe entre ambos conjuntos.
En un encuentro en el que se demostró que ninguno de los dos contendientes está para “tirar cohetes”, especialmente el pamplonica, los propietarios del terreno acabaron logrando un victoria balsámica que hunde a su rival en la clasificación todavía más.
El conjunto aragonés tuvo el inicio deseado de todos los equipos, con un gol tempranero, a los cuatro minutos, logrado por el delantero portugués Hélder Postiga.
Con el tanto, el equipo de Manolo Jiménez retrasó su línea de marca unos metros y dejó la iniciativa en el juego al equipo navarro para buscar el segundo gol a la contra.
Osasuna comenzó a merodear el área local tras unos minutos intrascendentes en el juego, pero sin ocasiones, hasta que en el minuto 29 el argentino Emiliano Armenteros montó una contra que acabó resolviendo personalmente con un disparo ajustado al poste para poner el empate a uno.
El conjunto maño acusó el tanto visitante porque hasta entonces había estado cómodo y sin recibir ocasiones y, como un boxeador tocado, vio como el equipo de José Luis Mendilíbar se crecía y avisó de nuevo con una ocasión fallida de David Timor cuando estaba en posición inmejorable.
Fue el preludio de una gran ocasión, dos minutos después, de Alvaro Cejudo, quien, solo prácticamente en el punto de penalti, remató fuera cuando lo más fácil hubiera sido enviar el balón al fondo de las mallas.
Cuando ya la primera parte agonizaba la fortuna acompañó a los propietarios del terreno en un centro por la derecha del canterano Víctor que desvió al fondo de su meta David Timor.
El descanso dio ímpetus renovados a los dos conjuntos, que en los primeros instantes pudieron haber variado el marcador, primero el local aprovechando los errores defensivos de su rival en un remate de Víctor al lateral de la red, y después el equipo rojillo con un cabezazo picado de Alvaro Cejudo.
Sin embargo, los visitantes se fueron desinflando poco a poco ante un Zaragoza que, sin alardes, mantenía el tono físico e intentaba mandar en el juego.
La sentencia al encuentro llegó en un infantil penalti del francés Raoul Loé a José María Movilla, recibido en el campo con la mejor ovación de la tarde, en el minuto 71, que transformó Apoño.
Aunque el conjunto visitante lo intentó, sus propios fallos en unos casos y la precipitación en otros permitieron al Zaragoza no sufrir en exceso. EFE