La selección paraguaya volvió a resucitar en Córdoba con un triunfo moral e histórico sobre Argentina, el primero en un partido oficial jugando en condición de visitante. La osadía de los “cadetes”, arropados por algunos “pretorianos”, fue la clave para aprovechar el trauma albiceleste y quedarse con una victoria indispensable.
La caída contra Colombia había presentado un escenario complicado para el porvenir albirrojo. El golpazo sacudió los cimientos de la idea, porque Arce pensaba convertir en una parcela inexpugnable al Defensores del Chaco. Un desafío mayúsculo además ya que Paraguay no ganaba a los cafeteros hace casi dos décadas en Sajonia.
El gol agónico de Edwin Cardona oscureció el panorama, extendió la mala racha y exigió una reacción radical en Argentina para sostener la esperanza de la clasificación. Chiqui, sumergido aún en el tufo de la derrota, anunciaba en rueda de prensa esa misma noche la alineación de jugadores “rápidos, decisivos y desequilibrantes”.
Cinco días después, los “imberbes” dieron la razón a un entrenador, que trabaja de forma apasionada la táctica de juego. Arce sentó en el banco a Salustiano Candia, Darío Lezcano, Víctor Ayala, entre otros, y dio rienda suelta a futbolistas con más fantasía como los son Derlis González, los mellizos Romero y Miguel Almirón.
La buena actuación de todos ellos, donde necesariamente tenemos que resaltar también el desempeño de Junior Alonso, y el resultado deportivo, reforzaron la autoestima de la selección de cara al último combo del 2016. El triunfo enganchó a Paraguay a la pelea por un cupo mundialista y dejó en claro que las piezas de la renovación son fiables.
“La victoria ante Argentina nos hace bien para estar decididos y saber que es posible. Confíen en nosotros, crean en nosotros, no somos improvisados”, sostuvo Arce, un hombre que sabe sobrevivir en el caos y que en la selección busca la reivindicación absoluta. Chiqui muestra mucha obstinación por el trabajo y por eso habría que creerle.