Algo extraordinario había que hacer para transformarse en leyenda en un club glorioso como Independiente y, en un país al que le cuesta reconocer los méritos. Y Arsenio Erico lo hizo a fuerza de goles (295), que de acuerdo a otra figura colosal de la época, Alfredo Di Stéfano, lo consiguió con una genialidad difícil de describir con palabras.
En Argentina, el mejor “académico” de nuestro país se convirtió también en ídolo del “diablo” haciendo que la relación entre Nacional e Independiente se mantenga unida de por vida por su cordón umbilical.
La evidencia contundente de esa unificación tuvo lugar hace una semana, en Asunción, previo al primer juego oficial entre ambos por la ida de los cuartos de final de la Copa Sudamericana. Los dirigentes realizaron una serie de actos significativos y acordaron un partido amistoso de pretemporada a concretarse en enero del próximo año.
No obstante, este jueves la antesala de la revancha sigue condimentada por la figura de Erico. Un desquite que aguarda desnivelado y que terminará de sellarse en el estadio Libertadores de América, un escenario que recompensa la calidad del “Paraguayo de Oro”, con 10.000 lugares en el sector de Plateas.
La sede social, en Bartolomé Mitre, a unas 15 cuadras de la Garganta del Infierno, guarda también las hazañas del máximo goleador del fútbol argentino. Las fotos más icónicas de su carrera deportiva decoran el lugar en una línea de tiempo que sigue con Ricardo Bochini, Roberto Ferreiro, pasa por Eduardo Tuzzio, Gabriel Milito, Daniel Garnero, hasta llegar a Sergio Agüero.