Los aficionados valoraron la gestión de los directivos liderados por Juan José Zapag y respondieron acudiendo en masa a la Catedral de la Pasión, llenando el estadio, rompiendo marcas, fechas tras fechas, pese a la incredulidad de propios y extraños, y aún con el equipo de Leonel Álvarez sin afirmarse futbolísticamente en el torneo.
En tres meses y medio, ese templo deportivo se convirtió en la fortaleza azulgrana, donde el Ciclón en cada partido jugado no dejó que el rival le escamotee ni un solo punto. Ganó todos sus ochos partidos (24 puntos) y desde allí coqueteó con la gloria.
El estadio solo no pudo ser tan influyente, porque necesitó de las almas azulgranas para ser un bastión inexpugnable para los rivales y también de los grandes rendimientos individuales y colectivos, pero fue el complemento perfecto para la conquista de la estrella número 32.
Fuente: Última Hora