En una rueda de prensa con corresponsales extranjeros, Rebelo explicó que “grandes administradores de arenas deportivas del mundo” han manifestado interés en la gestión de algunos de los estadios que están en construcción para la gran cita del fútbol.
De los doce estadios que están en obras, los de Brasilia, Natal, Salvador, Manaus y Fortaleza, junto con el legendario Maracaná de Río de Janeiro, son propiedad de las gobiernos de los respectivos estados, que tienen autonomía para decidir sobre su destino.
No obstante, Rebelo explicó que en algunas de esas ciudades ya se baraja la posibilidad de que, una vez que pase el Mundial, se le otorgue la gestión a alguna empresa privada, nacional o extranjera.
En los casos de Brasilia, Natal y Manaus ni siquiera hay equipos de fútbol locales, por lo que el destino de esos estadios, que son construidos según las exigencias de la FIFA, preocupa a algunos sectores de la prensa local.
Sin embargo, según el ministro, se trata de “arenas multiuso”, que estarán preparadas para alojar grandes eventos deportivos pero también artísticos e incluso contarán con centros de convenciones, restaurantes y núcleos comerciales, que garantizarán su utilización y le darán un carácter sustentable a las obras.
Rebelo aseguró que la celebración del Mundial de fútbol provocará una “revalorización” de ese deporte en el país, donde ya es en forma clara el más popular, lo cual apuntalará el futuro de las obras aún en ciudades en que no hay equipos locales de mucha tradición o que ni siquiera disputan la primera división nacional.
El ministro aseguró que las obras marchan según los cronogramas establecidos con la FIFA de cara no sólo al Mundial, sino también a la Copa de las Confederaciones, que se disputará el año próximo, en principio en las ciudades de Belo Horizonte, Brasilia, Recife, Río de Janeiro, Salvador y Fortaleza.
El presupuesto total del Gobierno para los estadios, sistemas de transporte y otras obras se sitúa en unos 33.000 millones de reales (cerca de 16.500 millones de dólares), pero eso incluye iniciativas ya previstas en planes oficiales anteriores, que están volcados a mejorías generales de las infraestructuras del país.
En cuanto a la seguridad, explicó que se trata de “un desafío que existe en todo evento internacional de esa magnitud”, pero aclaró que Brasil ya tiene experiencia en grandes celebraciones.
Citó como ejemplo los carnavales de Río de Janeiro, Salvador o Recife, que cada año atraen a millones de turistas extranjeros y transcurren habitualmente con las calles repletas de gente y sin incidentes mayores.
Según sus cálculos, Brasil recibirá durante el mes que dura el Mundial unos 600.000 turistas extranjeros, que se sumarán a los cerca de tres millones de brasileños que circularán por el país siguiendo a las selecciones participantes.
Pese a esos números y a la enorme distancia entre las sedes, que llegará a ser de hasta 6.000 kilómetros, Rebelo previó que no habrá dificultades mayores para el traslado, debido a la “eficiencia” y la “experiencia” de las aerolíneas nacionales.
También insistió en que uno de los factores diferenciales del Mundial de Brasil será el “pueblo brasileño, con su diversidad y su cultura”, que se volcará por entero para hacer de la cita del fútbol una “gran fiesta cultural internacional”.