Hasta entonces, no culminó el equipo de José Mourinho la remontada que había iniciado Gareth Bale al borde del descanso. Con su desmarque, fue el más intrépido para alcanzar el sensacional pase del brasileño Lucas para batir al portero y provocar el 1-1, cuando el cronómetro ya recorría el segundo minuto del tiempo añadido de la primera parte.
Fue a su cuarta ocasión. Antes había fallado tres. De diferentes tipos y a diversas distancias. La primera, clarísima, de cabeza al lado de la portería; la segunda, con un zurdazo desde fuera del área; y la tercera en una acción que culminó con un derechazo fuera del marco. Ninguna de las tres tomó el camino de la portería.
Pero su gol, realmente, fue un alivio para el Tottenham y para Mourinho. No sólo perdía hasta ese momento, por el 1-0 de Onyedinma por un mal despeje de su defensa, sino que sentía el marco rival como un muro insuperable hiciese lo que hiciese. Su eficacia fue mínima. Incluso dio un larguero y un poste hasta el 1-1 de Bale.
Después, al borde de la hora de juego, Mourinho recurrió a Harry Kane. Luego, a Son Heung Min y Tanguy Ndombele. Tuvo muchas más ocasiones su equipo, frustrado de nuevo ante una incesante pelea con el gol que concluyó con el 1-2 de Harry Winks. Luego llegó la goleada. Toda la pegada que le faltó en 86 minutos la tuvo después, con el 1-3 y el 1-4 de Ndombele. En octavos aguarda el Everton.