La cita era todo un reto para el Arsenal, que después de haber empatado a uno en la ida llegaba al encuentro con la necesidad de marcar en un estadio donde el rival no había encajado gol alguno desde el pasado 20 de enero en la visita del Girona en la Liga.
Sin conocerse aún su futuro, Wenger tenía el claro objetivo de superar la eliminatoria y disfrutar así de un episodio continental más, la final de Lyon, tal como había comentado en la rueda de prensa previa.
“No sé lo que voy a hacer la temporada que viene, la verdad. Creo que me gustaría trabajar y terminar bien mi trabajo. Creo en eso, en que un hombre tiene que hacer todo lo posible mientras esté en algún sitio con todo el compromiso y toda su energía hasta el último día con el Arsenal. Quiero que esta historia de amor termine bien”, comentó.
El idilio con el conjunto londinense era largo, veintidós años en los que había llevado a la entidad a disputar un total de 215 partidos oficiales en torneos internacionales saldados con 110 victorias, 48 empates y 57 derrotas.
Entre todos estos duelos, dos especialmente dolorosos. El primero la final de la Copa de la UEFA del año 2000 ante el Galatasaray en Copenhague, que se decidió en favor de los turcos tras una tanda de penaltis.
El segundo, el único enfrentamiento por el título de la Liga de Campeones que han disputado los ‘gunners’ durante su historia. Fue en el año 2006 en París y el sueño terminó al caer por 2-1 contra el Barcelona.
Desde entonces los ingleses habían peleado por volver a una final europea y esta era una buena oportunidad. Lo sabía el equipo y también los aficionados, que en la línea siete de metro que lleva al estadio entonaban entre otros cánticos ‘There is only one Arsene Wenger’ (‘Solo hay un Arsene Wenger’).
Saltó el entrenador al verde sereno, sin encontrarse sobre el mismo con un Diego Pablo Simeone que no podía estar en el banquillo por sanción. Vestido con traje, chaqueta gris, camisa blanca y corbata roja se situó en el frontal de su área técnica para vivir de pie el primer minuto antes de tomar asiento.
Una desgraciada acción le obligó de nuevo a incorporarse. En el minuto 7 de partido el capitán Laurent Koscielny se dejaba caer tras un mal apoyo y tenía que retirarse en camilla con preocupantes gestos de dolor. En su camino hacia el vestuario, Wenger trató de darle ánimos en mitad del desconsuelo de quien se teme lo peor.
A ese mal trago le siguieron compases de intenso dominio rojiblanco, que acabaron trayendo consigo un gol de Diego Costa al filo del descanso al aprovechar el delantero una buena asistencia de Griezmann.
Tras la reanudación, el alsaciano comenzó a dejarse ver coincidiendo con un momento de peligro de los suyos, que se acercaron gracias a un disparo desde la frontal de Bellerín desviado por Oblak. También estuvo alerta para despedir en su salida a Wilshere cuando éste fue sustituido por Mkhitaryan en el minuto 69.
Conforme se acercaba la conclusión del choque y los nervios apretaban, se contagió de la tensión. Gesticulante y protestando pérdidas de tiempo del Atlético, incluso durante algunos instantes sujetó en sus manos un esférico pensando en devolverlo rápido si fuese necesario. El pitido final puso fin a sus esperanzas.
Tras este enfrentamiento, Wenger dirigirá aún tres más hasta el final de la temporada. Especial será, sobre todo, el que el domingo 6 de mayo afrontará ante el Burnley. Será su último partido en el Emirates Stadium y para el mismo se están vendiendo entradas a 1.800 libras en portales alternativos a la web del club. EFE