‘Cuca’, que en la jerga brasileña quiere decir ‘cabeza’, es una suerte de salvavidas al que siempre recurre la directiva santista cuando el equipo está al borde del naufragio. La última vez que le llamaron fue en agosto del año pasado, en medio de una grave crisis institucional y financiera de la entidad.
Sin margen para apenas fichar, con el presidente destituido y la amenaza del impago a los jugadores, el entrenador nacido en Curitiba aceptó el desafío y se sentó en el banquillo del Santos por tercera vez.
Nadie daba un centavo por este equipo a principio de temporada.
Ausente en todas las quinielas por la lucha de los títulos, ‘Cuca’ blindó al vestuario del temporal que rodeaba al club y abrazó a una generación de jóvenes futbolistas que venía abriéndose paso en las categorías inferiores.
El entrenador encontró en jugadores como los delanteros Kaio Jorge y Marcos Leonardo, de 19 años y 17 años respectivamente, el centrocampista Sandry (18), el mediapunta Lucas Lourenço (20) o el extremo Lucas Braga (24), el nervio que le faltaba a la plantilla. Además de recuperar para la causa a otros más experimentados como Marinho (30).
La media de edad del equipo, del que surgieron otras grandes figuras como Pelé, Robinho o Neymar, no llega a los 24 años esta temporada.
Ello unido a su estilo ofensivo ha hecho que el Santos vuelva a creer en sí mismo hasta el punto de alcanzar, contra todo pronóstico, la final de la Copa Libertadores que disputará el sábado en el estadio Maracaná contra el también brasileño Palmeiras, al que también ya entrenó.
Por el camino eliminaron Boca Juniors, Gremio de Porto Alegre y Liga de Quito.
Ni la semana que estuvo hospitalizado en noviembre tras padecer la covid-19, una afección que preocupó a todos por su histórico de problemas cardiacos, afectó a un vestuario que cree ciegamente en su capacidad para formar piña y su espíritu conciliador.
Antes de sentarse en los banquillos, Cuca fue jugador profesional entre 1984 y 1996.
La promesa de convertirse en futbolista se la repitió a su padre como un mantra desde pequeño mientras ayudaba a éste a cortar bambú para hacer muebles o pintar las casas del vecindario, trabajos esporádicos con los que su familia subsistía. Después iba a la escuela.
Fue antes de cumplir los 20 años cuando la necesidad hizo que Cuca empezase su carrera como jugador. Según relató, su padre sufrió un infarto y no tenían dinero para pagar la operación, pero en ese momento un modesto club de Río Grande do Sul, el Santa Cruz, le hizo una oferta y la aceptó sin dudar.
Su primer salario se lo envió a su padre para que pudiera operarse del corazón. “Se operó y vivió trece años más”, narró en una entrevista con el Santos.
A partir de ahí inició su andadura como jugador, de carácter aguerrido y bromista con sus compañeros, que le llevó a vestir la camiseta de algunos de los grandes clubes brasileños como Gremio, Internacional, Palmeiras e incluso en la del Santos, en 1993.
Antes, también vistió brevemente la camiseta del Real Valladolid, en España y llegó a enfundarse la de la selección brasileña en 1991.
Dos años después de colgar las botas, Cuca empezó su carrera en los banquillos al frente del Uberlandia, en Minas Gerais, aunque solo adquirió notoriedad nacional en 2003 cuando pasó a dirigir al Goiás, al que salvó de un descenso que parecía seguro.
Esa gesta le llevó después a dirigir varios de los principales equipos brasileños, como Sao Paulo, Gremio, Flamengo, Botafogo, Fluminense, Atlético Mineiro, Santos y Palmeiras, entre otros.
Al Santos lo dirigió en 2008 y 2018, año este último en el que se vio obligado a renunciar a final de esa campaña por motivos de salud.
Con el Atlético Mineiro conquistó la Copa Libertadores en 2013, y tres años después se alzó con el Campeonato Brasileño dirigiendo al Palmeiras.
Su actual contrato con el Santos termina en marzo de este año, aunque la directiva ya ha adelantado que hablarán con él después de la final del Maracaná para su eventual renovación.