El español Alejandro Davidovich prolongó su sueño en Montecarlo, donde disputará la primera final del circuito ATP de su carrera tras resistir y vencer al búlgaro Grigor Dimitrov por 6-4, 6-7(2) y 6-3, para acariciar el trofeo Masters 1000 monegasco.
Un vaivén de emociones, una ida y vuelta de juego marcó el camino del malagueño de 22 años hacia su primera gran final, hacia el momento más importante de su carrera.
No pudo controlar las sensaciones Davidovich y tras sellar un triunfo que fue suyo, que se pareció marchar y que finalmente amarró, corrió hacia donde estaba todo su grupo. Se abrazó a Jorge Aguirre, su entrenador, y al resto del equipo. Necesitaba compartir ese sueño con los que le acompañan y atienden en el día a día.
Alejandro Davidovich no olvidará ya Montecarlo. Pase lo que pase en la final del domingo, con el trofeo o no en la mano, tendrá presente lo vivido durante esta semana. El triunfo ante el número uno del mundo, el serbio Novak Djokovic, el duelo ante Taylor Fritz en cuartos y esta semifinal contra Grigor Dimitrov que parecía que no iba a llegar nunca.
El choque ante el búlgaro fue una montaña rusa. Por un momento pareció suya de la manera más rápida, con autoridad. Después dio la sensación de que se le escapaba. Una pesadilla. Y al final, una impensable reacción, una vuelta con la que no se contaba hasta culminar su, hasta ahora, gran éxito.
No se ha visto en otra igual el tenista español ahora señalado por la ATP en el puesto 46 aunque el lunes contemplará la lista desde lugares más altos. Podría ser entre los treinta mejores si consigue el trofeo. En la frontera de la treintena si la pierde.
Tenía ante sí Davidovich a un conocido al que ya pudo ganar un año atrás, en el Masters 1000 de Roma, también en arcilla. El otrora número tres del mundo tiene bien ganada su reputación aunque paralizó su cosecha de éxitos hace un lustro. Fue en el 2017 cuando Dimitrov consiguió sus últimos logros (Finales ATP, Masters 1000 de Cincinnati, Sofía, Brisbane). Ahora quería volver a una gran cita.
Poco habituado a partidos de tal dimensión, el malagueño no pudo con la presión en muchos momentos. Por ejemplo, cuando sirvió para ganar el encuentro y alcanzar la final en el segundo set. Había amarrado el primero y tenía 5-4 en el segundo. Se precipitó. Careció del sosiego necesario en los momentos clave y lo perdió con facilidad. Sin opción de triunfo.
Reaccionó Dimitrov, que estaba perdido. Tiró de experiencia el búlgaro de 30 años que se percató de las dudas del español, agarrotado, fallón, errático. El búlgaro mantuvo el pulso e inició con 2-0 el set definitivo. El español estaba abocado al adiós. Pero de pronto y sin esperarlo se reactivó el malagueño que se apuntó, uno a uno, cinco juegos consecutivos. Un 5-0 de parcial que le situó con 5-2 y la victoria de cara.
Aprendió el campeón de Wimbledon júnior y número dos del mundo en esta categoría y ya no permitió que el éxito se le escapara. Encontró el aplomo necesario para cerrar la victoria por 6-3 y alcanzar la final. No le pesó a Davidovich lo sucedido y aprovechó la siguiente ocasión.
Davidovich, sin título alguno en su historial, ya está en su primera final a un paso de un trofeo grande que pujará con un rival reputado, cargado de experiencia y que partirá de favorito. O el alemán Alexander Zverev, segundo cabeza de serie y tercer jugador del mundo, o el griego Stefanos Tsitsipas, quinto del ranking ATP y vigente campeón.